Como Daniel era un hombre honrado, no le encontraron ninguna falta; por lo tanto no pudieron presentar ningún cargo contra él. Daniel 6:4.
«Algunas aves cruzan el pantano sin ensuciar sus alas —escribió Salvador Díaz Mirón—. ¡Mi plumaje es de esos!»
Sus palabras contradicen la opinión de quienes alegan que hay tanta maldad alrededor que, sencillamente, es imposible mantenerse puro y sin mancha. El problema de este razonamiento es que desconoce que hay personas que lograron «cruzar el pantano» de este mundo «sin ensuciar sus alas». Así lo demuestran los ejemplos de José en Egipto, de Daniel y sus tres amigos en Babilonia, y de Ester en Persia. Y todavía hoy, por más que sean una minoría, Dios tiene sus representantes en cada rincón de este mundo. Son aquellos jóvenes y señoritas que, como bien lo expresa Elena G. de White, «no se compran ni se venden» y «se mantienen de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos».
¿Qué es lo que específicamente ha permitido a estos jóvenes conservarse puros al cruzar por el pantano? Creo que el caso de Daniel y sus amigos ilustra bien la respuesta. A estos muchachos los sacaron a la fuerza de su país para servir en una nación idólatra. Los rodearon de nuevas enseñanzas y de fuertes tentaciones, les cambiaron sus nombres e incluso les modificaron la dieta alimentaria. En otras palabras, de manera abrupta y radical, se vieron arrojados a toda una red de circunstancias nuevas y adversas. Sin embargo, no cedieron al mal ni en lo más mínimo. ¿Por qué? Porque no permitieron que las circunstancias externas cambiaran sus convicciones internas. Fuera de ellos existía la maldad propia de una corte corrupta e idólatra, pero dentro de ellos había un corazón puro y consagrado a Dios.
¿Cuál es la lección? Que no tienes por qué «ensuciarte al cruzar por el pantano». Aunque no tienes mayor control sobre el ambiente que te rodea (en el barrio, en la universidad, en los medios de comunicación), sí puedes controlar lo que hay en tu corazón (tus principios, tus convicciones, tus valores). La razón es muy sencilla:
LO QUE ESTÁ EN TU CORAZÓN NADIE TE LO PUEDE QUITAR
Padre celestial, a pesar de la maldad reinante, ayúdame a conservar puro mi corazón.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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