Se vivir humildemente y sé tener abundancia, en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre así para tener abundancia como para padecer necesidad. (Filipenses 4:12)
Las mujeres modernas, por lo general, tienden a ser económicamente competitivas y recelosas unas de otras. Muchas ni siquiera se atreverían a invitar a grupo de amistades a su casa si esta no está adecuadamente pintada, amueblada o decorada.
Como leí en una ocasión: «Trabajamos duro para tener casas hermosas ¡en las que nunca hay nadie!». El resultado es el aislamiento, y junto a él acude su pariente directo: la soledad. Cuando la mujer no tiene el continuo apoyo de su marido, porque este siempre se encuentra fuera de casa, se coloca una enorme carga sobre la relación conyugal. El hombre deja de ser ese compañero que la esposa necesita, y esta vive socialmente frustrada. La mujer necesita establecer una red de amigas con quienes conversar, reír, afligirse, soñar y recrearse. Hay miles de mujeres que tienen la misma necesidad; si tú eres una de ellas, intégrate de la mejor manera posible, impartiendo estudios bíblicos, participando de grupos de oración o de clases bíblicas. Pero todos los medios, evita encerrarte entre las cuatro paredes de tu casa, sentada en el trono de la autocompasión.
Si encuentras voz y tiempo para orar, Dios hallará voz y tiempo para responder.
Recuerda que la vida es como un libro abierto en el cual hay paginas agradables, como la fragancia de las flores, y cuadros con paisajes hermosos. Recordarlos es vivir esos momentos llenos de dulzura y amor.
Podemos contarle a Dios nuestros más íntimos secretos, deseos y anhelos, porque su mirada escudriña los recovecos más íntimos del alma. Olvidémonos un poco de nuestras propias dolencias y dificultades y alabemos a Dios por su cuidado amoroso. Procuremos dedicar tiempo para compartir las promesas de Dios con quienes nos rodean.
Con cuánto amor y ternura
vibra el corazón cíe Dios por nosotras.
Ame las pruebas nos presta ayuda;
y en gozo cambia lodo triste duelo.
Para las heridas, tiene el bálsamo que sana.
En las flaquezas nos da su fuerza.
Compañía el brinda en la soledad.
Quien tiene a Cristo lo tiene todo;
Quien pierde a Cristo lo pierde todo.
Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Blanca Dalila R de Góngora, master en relaciones familiares.
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