«La fiesta de los panes sin levadura es un día que ustedes deberán celebrar, porque en ese mismo día los saqué de Egipto a todos ustedes. Lo celebrarán como una ley permanente que pasará de padres a hijos» (Éxodo 12:17).
Hoy da un poco de miedo andar caminando. El ángel de la muerte va a pasar de casa en casa, y si no encuentra sangre en el marco de tu puerta, el más pequeño de tu familia morirá. Si tú hubieras sido un israelita esa noche de Pascua, seguramente habrías querido que hubiera sangre en el marco de la puerta.
Si tienes algún amigo judío sabrás que durante la Pascua los judíos aún comen pan sin levadura. La levadura es la que hace que el pan crezca y se quede esponjoso.
No hay ningún problema con que el pan sea esponjoso, pero Dios no quiere que nosotros nos «esponjemos» con el orgullo. El orgullo hace que pensemos solo en nosotros mismos, y Dios quiere que pensemos primeramente en los demás.
Esa noche Dios quiso que los israelitas desecharan toda la levadura y que recordaran desechar también toda su pecaminosidad. Ya no es necesario que dejemos de echar levadura al pan, pero sí es necesario que dejemos fuera el orgullo y el pecado. Eso siempre será dañino para nosotros.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush
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