En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación. Tito 2:11.NVI.
Imagina la siguiente escena. Miles de jóvenes se reunirán en un estadio. El programa será amenizado mayormente por bandas de rock. Por alguna razón los organizadores deciden dar la oportunidad a tu iglesia para que participe en el programa. Tendrán cinco minutos, y podrán hacer durante ese tiempo lo que crean conveniente. ¿Qué debería hacer tu iglesia durante esos cinco minutos?
Esta hipotética situación se presentó hace ya algunos años. El escenario fue el estadio Wemhley, de Londres. Setenta mil jóvenes se dieron cita para celebrar el fin de apartheid, un sistema político que gobernó Sudáfrica entre 1948 y 1994 y que permitió a una minoría blanca desconocer legalmente los derechos de la gente de raza negra.
Esa noche, actuaron en forma alternada los grupos de rock más populares. El cierre fue asignado a una cantante cristiana de nombre Jessye Norman. ¿Qué hizo Jessye con su tiempo? Cantó el himno Sublime gracia.
Philip Yancey relata lo que ocurrió esa noche en su éxito de librería Gracia divina vs condena humana. Jessye sube sola al escenario. No hay fondo musical. No hay ningún anuncio especial. Tampoco juegos de luces. Solo un reflector que la acompaña hasta que se detiene frente a una multitud inquieta que quiere rock y más rock. La situación se torna difícil. Entonces Jessye comienza a cantar a capella:
«Sublime gracia del Señor. Que a un infeliz salvó. Yo ciego fui, mas veo hoy. Perdido y él me halló».
De manera inesperada, la multitud calla. Cuando Jessye inicia la segunda estrofa, parece que un poder de lo alto ha llenado el estadio. Y entonces sucede lo más asombroso. Para la tercera estrofa, algunos jóvenes comienzan a cantar con la solista. Cuando Jessye comienza la última estrofa, ya son miles los que cantan:
«Y cuando en Sión por siglos mil. Brillando esté cual sol. Yo cantaré por siempre allí. Su amor que me salvó».
¿Qué sucedió esa noche en el estadio? Pues que el incomparable poder de Dios se manifestó. Y cuando eso ocurre, hasta el corazón más insensible siente el impacto. No hay poder más grande en todo el universo. Hoy tú puedes demostrarlo con tu vida.
¿Lo harás?
Padre mío, hazme hoy un instrumento de tu gracia incomparable.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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