lunes, 20 de febrero de 2012

MEJOR QUE UN GPS

Oh Señor enséñame tu camino, para que yo lo siga fielmente. Haz que mi corazón honre tu nombre. Salmo 86:11.

No sé si existe en este mundo una persona con peor sentido de orientación que yo. Cuando alguien me pregunta cómo llegar a cierto lugar, por lo regular mi mente queda en blanco. Mi esposa y mis hijos no tardaron mucho en darse cuenta de esta «discapacidad» mía por lo que, en uno de mis cumpleaños me regalaron un Global Positioning System (GPS).
Con solo activarlo y darle la información apropiada, esta maravilla de la tecnología te dice exactamente en qué punto del planeta estás y cómo puedes llegar a tu destino. Te pregunta si quieres usar la ruta corta o la larga, y si quieres pagar peajes o evitarlos. Dependiendo de cómo lo programes, te puede indicar en qué momento tu vehículo comienza a ir a una velocidad excesiva, en qué momento pasas cerca de una iglesia o de una escuela; y, si tomas una vía equivocada, de inmediato se reprograma para colocarte en la ruta correcta.
Difícilmente se pueda pedir más. Esto no impide, sin embargo, que nos mostremos cautelosos con respecto a sus limitaciones. Hace ya tiempo, por ejemplo, mientras viajaba con mi familia desde Miami a Atlanta, ocurrió un incidente que nos recordó precisamente ese hecho. Ya estábamos entrando a Atlanta cuando, por razones que desconocemos, el GPS nos llevó por la ruta larga, a pesar de que lo habíamos programado para que nos guiara por la ruta corta. Ese pequeño error significó que tuvimos que conducir por un sinfín de callejuelas bajo un torrencial aguacero. Al final, nos tomó casi dos horas completar un recorrido que podríamos haber hecho en minutos.
Ese día mi GPS mostró sus limitaciones. Y lo que es más importante, aprendí la lección espiritual de que en esta vida solo hay un GPS infalible: la voz de Dios. Esa voz nos dice dónde estamos y hacia dónde debemos ir; nos avisa cuando vamos por el camino equivocado y, si se lo pedimos, nos indica como retomar la senda correcta para llegar felizmente a nuestro destino.
¿Quieres hoy que esa voz guíe tus pasos? Entonces no tienes más que hacer lo siguiente: Ten a Dios presente en todo lo que hagas, «y él te llevará por el camino recto» (Prov. 3: 6).

Que hoy tu voz, Padre mío, me indique el camino; y que yo pueda obedecerla.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

No hay comentarios:

Publicar un comentario