Porque a mis ojos eres de gran estima, eres honorable y yo te he amado; daré, pues, hombres a cambio de ti y naciones a cambio de tu vida (Isaías 43: 4).
Miles de mujeres y de niños son abusados por quienes deberían prodigarles amor y cuidado. Cuando el abusador es un padre, un esposo, o incluso un novio, la persona abusada puede sufrir las consecuencias del abuso toda la vida.
El abuso en cualquiera de sus modalidades, ya sea físico, psicológico o sexual, constituye un atentado a nuestra condición de hijos de Dios. Sin embargo, muchas veces la astucia del abusador logra confundir a la víctima para que crea que merece el castigo y que lo recibe por su bien. De manera, se acepta el abuso.
Ninguna persona tiene derecho a abusar de otra; los hijos no son propiedad de sus padres, ni las esposas de sus maridos. Todos somos propiedad de Dios, quien es el único que puede disponer de nuestras vidas.
Por lo general los abusadores son individuos con graves trastornos de personalidad. Necesitan atención psicológica y espiritual especializada. Algunos expertos han encontrado que la mayoría de los abusadores fueron a su vez víctimas de violencia durante su niñez o adolescencia. En sus vidas existe un historial ensombrecido por golpes, insultos, violaciones y otros abusos. Por esa razón no se puede esperar que un abusador corrija su conducta mediante el mero ejercicio de su voluntad, sino que necesita ayuda profesional.
Algunas madres hacen uso de la violencia física, afirmando que el niño la merece por mostrar una conducta agresiva o de rebeldía. En ese sentido debemos ser cuidadosas y analizar nuestros métodos disciplinarios. Si como madres las únicas herramientas que empleamos para resolver problemas de conducta son los golpes y los insultos, quizá estemos abusando de nuestros hijos.
En el caso de un esposo o novio que ejerza algún tipo de violencia física o psicológica para someter a quien dice amar con la excusa de que lo hace por el bienestar de ambos, la mujer sencillamente estará siendo víctima de un chantaje. De ninguna manera dichos actos podrían considerarse como expresiones de amor.
Cada ser humano es especial y por tanto merece un trato respetuoso y delicado. Los golpes, los insultos, los sobrenombres, las burlas, nos rebajan en nuestra calidad de hijos de Dios y nos alejan del ideal divino.
Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Erna Alvarado de Gómez
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