Pero recibirás poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. (Hechos 1:8).
Hacía poco que me había unido al equipo docente de una escuela secundaria católica. Cómo el director era protestante se nos permitía a los maestros que profesáramos diferentes religiones dirigir los devocionales, Yo deseaba compartir aún más mi fe, por lo que decidí invitar a mis compañeros a un momento especial durante la hora del almuerzo. En aquellos encuentros leíamos la matutina y discutíamos la lección de la Escuela Sabática. Muchos de mis colegas se familiarizaron con las creencias adventistas por ese medio.
Una de mis compañeras acababa de regresar de su licencia de maternidad. Había tenido mellizos, pero las criaturas no habían sobrevivido y ella se encontraba muy triste. Se me ocurrió regalarle un libro que la ayudara a enfrentar su dolor, así que al día siguiente le entregué uno que había encontrado en la oficina de mi esposo, recomendándole que lo leyera mientras buscaba en su Biblia los textos mencionados. La semana siguiente me dijo que el libro estaba muy interesante y que había aprendido bastante respecto al sábado. Entonces la animé a que asistiera a una serie de reuniones evangelizadoras que se estaban celebrando brando en un barrio cercano a su hogar.
Transcurrieron dos semanas. Una mañana, mientras caminaba por uno de los pasillos, mi amiga me llamó diciéndome: «Hermana Wellington». Me resultó extraño que me llamara «hermana», pues no acostumbraba hacerlo. Luego me dijo: «Me bauticé anoche en una iglesia que está cerca de mi casa», por lo que nos abrazamos y nos besamos.
A la semana siguiente me encontré con su pastor, quien me dijo que le había sorprendido lo sucedido la noche del bautismo. Al concluir la ceremonia él preguntó si alguno de los presentes deseaba ser bautizado. Mi amiga pasó al frente diciendo que ella estaba lista para el bautismo. El pastor le explicó que sería conveniente que recibiera algunos estudios bíblicos adicionales, pero mi amiga le contestó que ya había recibido suficiente instrucción durante el momento especial que yo dirigía en la escuela durante la hora de almuerzo.
Aprovechemos cada oportunidad para testificar en cualquier lugar donde nos encontremos, ya que como dice el texto de hoy podría representar nuestra «Jerusalén». Quizá no tengamos que llegar «hasta lo último de la tierra».
Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirnet Wellington
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