«Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan» (Mateo 6: 20).
El apóstol pablo dijo a Timoteo: «Porque raíz de todos los males es el amor al dinero» (1 Tim. 6:10). El dinero no es la raíz de todos los males, sino el amor por él. No es necesario tener dinero para amarlo. Se puede ser pobre y, al mismo tiempo, amar el dinero.
El séptimo capítulo del libro de Josué narra la historia de un hombre llamado Acán. En lugar de heredar la tierra prometida, él y toda su familia murieron porque, a causa de su excesivo amor por el dinero, tomó lo que Dios había prohibido tocar —unos vestidos y unas monedas que había visto en la ciudad que su ejército acababa de conquistar— y lo ocultó en su tienda.
«Para muchos, el amor por el dinero es pecado capital. Los hombres y las mujeres que profesan adorar al Dios verdadero se engañan tanto en su búsqueda de las riquezas que suponen que la ganancia es piedad. Pablo declara: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento, porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos; pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, Se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos colores"» (Signs of the Times, 13 de diciembre de 1899).
Jesús dice: «No os hagáis tesoros en la tierra» (Mat. 6:19). No dice que no tengamos una cuenta de ahorros. Habla de nuestra actitud hacia nuestras posesiones. Luchar para sacar adelante la familia, hacer planes de futuro, invertir el dinero con prudencia, ayudar a los pobres y tener dinero suficiente para hacer funcionar el negocio no es malo. Sin embargo, la avaricia y la codicia son un error. La cuestión está en el motivo. Si usamos nuestras posesiones e influimos en la vida de los que nos rodean para gloria de Dios y por su reino, Dios no ve un ningún problema en ello. Pero adquirir riquezas con el fin de acumularlas y amasar una para nuestra propia complacencia es pecado. Basado en Mateo 6: 19-21
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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