Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino. Salmo 119:105.
Imagina que tu Biblia escribiera un diario. ¿Qué cosas diría? Hace unos cuantos años leí en una Revista Adventista una ilustración titulada, precisamente, el «Diario de una Biblia». En ella un autor anónimo describe las aventuras (¿o desventuras?) de una Biblia (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia):
15 de enero. Descansé toda la semana. Mi dueño me leía todas las noches al comienzo del año, pero creo que ya se olvidó de mí.
2 de febrero. Día de limpieza. Me quitaron el polvo y luego volvieron a colocarme ni mi sitio.
8 de febrero. Mi dueño estuvo buscando algunas referencias. Hoy fui a la iglesia.
2 de abril. Mi dueño tenía que dirigir un culto de oración y buscó algunos versiculos. Le costó mucho trabajo encontrarlos.
1 de mayo. Pasé toda la tarde en el regazo de la abuela, quien vino de visita. Derramó lágrimas al leer Colosenses 2:5-7.
6 de mayo. Nuevamente en manos de la abuela. Hoy estuvo meditando en Primera de Corintios 13.
7 al 9 de mayo. Otra vez en el regazo de la abuela. ¡Qué lugar tan acogedor! Unas veces me habla y otras me lee.
10 de mayo. La abuela regresó hoy a su casa. He vuelto a mi lugar habitual.
3 de junio. Alguien colocó algunas florecillas entre mis páginas.
1 de julio. Me metieron dentro de una maleta. Parece que voy a viajar.
10 de julio. Todavía estoy en la maleta, aunque ya sacaron todas las otras cosas.
15 de julio. De regreso en casa. Hice un largo viaje, pero no entiendo para qué me llevaron.
1 de agosto. ¡Qué calor tan insoportable! Me pusieron encima varias revistas y un sombrero.
5 de septiembre. Limpieza. Me quitaron el polvo v me colocaron en mi sitio acostumbrado.
10 de septiembre. María me usó durante breves minutos. Necesitaba un versículo apropiado para una carta a una amiga...
Si tu Biblia escribiera un diario, ¿qué diría? Te invito apartar unos minutos cada mañana para leerla, con oración. Trata de memorizar algunas preciosas promesas. Entonces tendrás el privilegio de escuchar que la voz de Jesús habla a tu corazón. Y esas promesas serán una lámpara a tus pies y una luz en tu camino.
Me propongo, Señor, escuchar cada dé tu voz que me habla desde tu Santa Palabra.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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