Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. (Juan 19:26-27).
La noticia pronto se difundió. El diario La Prensa del 7 de enero de 1990 decía en su primera plana: «Hermanos unidos. Abrazo une a contras y a sandinistas». En la fotografía se podía observar a mis hermanos estrechados en un fuerte abrazo y debajo una nota: «La foto que ha dado la vuelta al mundo». Habían pasado diez años, y al fin la guerra civil terminaba. Allí estábamos todos nerviosos después de una larga espera. Un grupo de periodistas esperaba el momento para tomar la mejor fotografía del encuentro entre aquellos dos hermanos.
Había lágrimas en los ojos de todos nosotros. Después de abrazarse, mis hermanos se dirigieron a mi madre. El abrazo fue aún más fuerte para aquella mujer de tez morena y de apariencia pequeña, pero de un gran corazón. Entre otras cosas ella dijo: «Ustedes son mis hijos, cuando estén en casa no quiero que hablen de política». Y eso ha sido así hasta el día de hoy.
Mi madre es un ejemplo de perseverancia. Día tras día oraba por sus hijos para que Dios los protegiera. Las ideologías políticas pueden afectar a las familias o a la economía y a la sociedad en general, pero por encima de todo eso está el amor de la familia. Las oraciones de mi madre hicieron que renaciera la esperanza en nuestro hogar y que ondeara la bandera de la paz.
«Ninguna otra tarea se puede igualar a esta. En un grado sumo, la madre modela con sus manos el destino de sus hijos. Influye en las mentes y en los caracteres, y trabaja no solamente para el presente sino también para la eternidad. Siembra la semilla que germinará y dará fruto, ya sea para bien o para mal. La madre no tiene que pintar una forma bella sobre un lienzo, ni cincelarla en un mármol, sino que tiene que grabar la imagen divina en el alma humana. [...] Toda madre debe comprender que su tiempo no tiene precio; su obra ha de probarse en el solemne día de la rendición de cuentas (Patriarcas y profetas, cap. 22, p. 222).
Querida amiga, la madre cristiana puede sembrar las semillas de la verdad en el corazón joven y tierno. Ella es capaz de modelar el carácter, la vida y el destino de sus hijos.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Dorys Esther Fley de Gómez
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