«Fueron halladas tus palabras, y yo las comí. Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, Jehová, Dios de los ejércitos» (Jeremías 15:16).
Cuando vivíamos en el extranjero, llevábamos con nosotros algunos alimentos que sabíamos que no íbamos a encontrar en el lugar al que íbamos. Apreciábamos mucho esos sabores tan familiares y los guardábamos para ocasiones muy especiales. Sabíamos que, cuando se acabaran, no podríamos sustituirlos. Sin embargo, los que reciben el evangelio no lo acumulan para sí, sino que lo sacan y lo comparten con los demás. Y cuanto más lo comparten, más aumenta su tesoro.
El gran almacén de la verdad es la Palabra de Dios: la palabra escrita, el libro de la naturaleza y el libro de experiencias humanas. Pero allí donde el conocimiento de Dios se revela con más claridad es en la Palabra escrita. En las páginas de la Biblia podemos encontrar cosas preciosas, nuevas y viejas.
Cristo se presenta a sí mismo nuevo y viejo a la vez. Él es la riqueza del Antiguo Testamento: Aquel que habló a los patriarcas, que estaba simbolizado en el rito del sacrificio, que se dio a conocer en la ley y que fue revelado por los profetas. Él es el tesoro del Nuevo Testamento, con su vida, su muerte y su resurrección.
Algunos afirman que creen en el Antiguo Testamento, pero no en el Nuevo; mientras que otros creen en el Nuevo y no en el Antiguo. Y sin embargo, uno no está completo sin el otro. Cristo mismo instituyó los ritos del sistema judío. Y cuando Cristo develó a sus discípulos la verdad de su resurrección, comenzó «desde Moisés y siguiendo por todos los profetas» les declaró «en todas las Escrituras lo que de él decían» (Luc. 24:27). No se puede predicar la ley de Dios sin el evangelio, o el evangelio sin la ley. La ley es la raíz y el evangelio es la flor.
El tesoro no es nada aburrido, como tampoco lo es la Biblia. Cuanto más la estudiamos, más descubrimos. «La verdad en Cristo y por medio de Cristo es inconmensurable. El que estudia las Escrituras, mira, por así decirlo, dentro de una fuente que se profundiza y se amplía a medida que más se contemplan sus profundidades» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 99).
En la Biblia aún hay verdades por descubrir. En el siglo XXI todavía tenemos un tesoro que no ha sido desenterrado. «En cada época hay un nuevo desarrollo de la verdad, un mensaje de Dios al pueblo de esa generación» (Ibíd., p. 98).
¡Que disfrute buscando! Basado en Mateo 13: 52
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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