Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas. (Josué 1:9).
Cursaba el quinto semestre de la Licenciatura en Contabilidad y Finanzas. Consideraba que cursar aquella carrera universitaria había sido una bendición de Dios a pesar de los obstáculos que enfrentaba, como tantos cristianos que estudian en escuelas públicas.
Durante los dos primeros años de la carrera todo iba muy bien y creía que el Señor siempre estaba a mi lado; pero esta vez parecía que todo se me hacía más difícil. La prueba final de una asignatura fue programada para un sábado. En otras ocasiones había pedido una segunda convocatoria para los exámenes parciales que se celebraban en sábado, pero nunca me había sucedido con una prueba final. La profesora era una excelente persona, por lo que decidí hablar con ella. Entré a una de sus clases pero cuál no fue mi sorpresa al oírla conversar con los alumnos acerca de las experiencias difíciles de su vida, a la vez que exponía las razones por las que era radicalmente atea.
Sentí temor. ¿Podría una persona atea entender que no me presentaría al examen final por principios religiosos? Únicamente me quedaba confiar en la promesa de Dios de que no hay asunto pequeño o grande para él, y seguí adelante.
Me acerqué y le dije a la profesora que, después de escucharla, no sabía cómo hablarle; pero el Señor puso palabras en mi boca. Me prestó atención atentamente sin que existiera tirantez alguna en nuestra conversación. Finalmente me concedió la oportunidad de presentar el examen en otra convocatoria. En aquel examen obtuve el máximo de puntos para gloria de Dios.
Durante mi carrera tuve que enfrentar muchas pruebas, pero él siempre estuvo conmigo. El Señor permite situaciones que quisiéramos no tener que enfrentar. A veces esas pruebas más fuertes que el temor de perder una carrera universitaria. En esos momentos nos parece escuchar la voz de Dios que nos dice: «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente». «Te mando, no te sugiero»; pero los imperativos de nuestro Dios de amor siempre traen consigo una promesa.
Nuestro mundo necesita desesperadamente mujeres que posean la valentía y la entereza para obedecer a Dios en cualquier circunstancia. Josué es un ejemplo perfecto de alguien que puso en práctica esa convicción aun cuando enfrentaba obstáculos enormes.
Amante Padre, ayúdanos a ser valientes, a obedecerte y a encarar sin temor los retos que nos envías o permites que enfrentemos.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Migdalys Guzmán de Perugorría
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