«Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa» (Hechos 16:31).
Mi esposa Betty y yo habíamos pasado tres años y medio como misioneros en Pakistán. De regreso a casa, hicimos escala en Israel. Para nosotros fue muy inspirador conocer la región del mundo donde vivió Jesús de Galilea.
Un día nos inscribimos en una excursión que incluía la visita al Mar de Galilea. De pie, junto a la tranquila orilla, imaginábamos cómo andaban y hablaban Jesús y sus discípulos. Pero la apacible calma del Mar de Galilea puede tornarse rápidamente en una violenta tempestad.
Mientras estaba junto a la orilla, recordé la noche de la gran tormenta. Los discípulos estaban solos en la barca y, como no amainaba, en lo peor de la tempestad, temieron morir ahogados. En medio de la oscuridad de la tormenta vieron que alguien venía hacia ellos. Pensaron que era un fantasma. Pero Jesús dijo: «Soy yo, no temáis».
Cuando Pedro oyó esto, dijo: «Señor, si realmente eres tú, déjame caminar sobre el agua» ¡Craso error! Aunque Jesús les había dicho que era él, Pedro estaba diciendo: «¡Ah, no! Si no haces que yo ande sobre las aguas no creeré que eres quien dices que eres». Jesús no lo reprendió, sencillamente dijo: «Ven».
«Mirando a Jesús, Pedro andaba con seguridad; pero cuando con satisfacción propia miró hacia atrás, a sus compañeros que estaban en el barco, sus ojos se apartaron del Salvador. El viento era borrascoso. Las olas se elevaban a gran altura... Durante un instante, Cristo quedó oculto de su vista, y su fe le abandonó. Empezó a hundirse. Pero mientras las ondas hablaban con la muerte, Pedro elevó sus ojos de las airadas aguas y fijándolos en Jesús, exclamó: "Señor, sálvame". Inmediatamente Jesús asió la mano extendida, diciéndole: "Oh hombre de poca fe, ¿por qué dudaste/"» (Conflicto y valor, p. 310).
Muchas veces, cuando nos alcanzan los problemas, actuamos como Pedro. En lugar de mantener los ojos puestos en el Salvador, miramos a las olas. Dios nos enseña día a día. Con las situaciones de la vida diaria nos va preparando para que desempeñemos nuestro papel en la escena más amplia para la que nos ha escogido. El resultado de la prueba diaria determina la victoria o la derrota en la gran crisis de la vida. Basado en Mateo 14:22-32
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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