domingo, 1 de julio de 2012

¡NO SOY ESTÉRIL!



Ella, con amargura de alma, oró a Jehová y lloró desconsoladamente. (1 Samuel 1:10).


Un día, mientras llevaba a cabo mi devoción personal, leí la historia de Ana. Dicho relato me llevó a pensar: «¡Qué hermosa historia de una oración contestada!». Me sentí gozosa y agradecida por los hijos que Dios me ha dado, pensando que tengo varias amigas que no han tenido ese mismo privilegio. No pude menos que añadir: «¡Señor, qué maravilloso y grande eres conmigo!».
A continuación percibí una especie de silencio. Sentí en ese momento que Dios deseaba mostrarme algo.
—Señor, ¿es este el mensaje que el Espíritu Santo tiene para mí hoy? ¿Es acaso esto lo que él desea grabar en mi corazón?
—No, hay algo más...
De esa forma, el Señor comenzó a hacerme entender la lección que dicho relato encerraba para mí. 
— Ana te representa a ti.
—¿A mí, Señor? ¡Pero yo no soy estéril!
En aquel momento Dios me hizo conocer que Ana me representa a mí, respecto a que deseo ser como Jesús y dar fruto para él. Ana me representa cuando acudo al Señor de rodillas y fervorosamente le pido que me libre de mi «esterilidad espiritual» y me ayude a producir frutos para él.
Por otro lado Penina representa a Satanás con sus constantes acosos y burlas, como vemos en Apocalipsis 12:10 «Ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche». Quizá al igual que tú, amiga, me he sentido acosada (ver 1 Sam. 1:6) por el enemigo (ver 1 Ped. 5:8). El enemigo se aprovecha de esos momentos y me recuerda mis debilidades, mis tropiezos y mi «esterilidad espiritual». Al igual que Ana, yo también he llorado amargamente.
No obstante, el Señor me ha hecho entender que no estoy obligada a continuar bajo la opresión de mi adversario, sino que puedo acudir a mi Salvador y Señor pidiéndole que me conceda la victoria. También puedo suplicarle que me llene de su Espíritu, a fin de producir frutos para su honor y gloria, como hizo Ana con su hijo Samuel.
Hermana, que la gracia de Dios nos conceda las mismas bendiciones que le dio a Ana.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jenny Avaylon.

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