No tengan miedo: ustedes valen más que muchos pajarillos. Lucas 12:7
Se cuenta el relato de un joven lleno de problemas que se acercó a un anciano en busca de consejo. Su mayor preocupación era que la gente no lo valoraba como persona ni valoraba lo que él hacía. Cuando el muchacho presentó su situación al anciano, no recibió muchas esperanzas de ayuda.
—Yo también tengo problemas —respondió el anciano— y ahora mismo no dispongo de mucho tiempo. Quizás tú podrías ayudarme tratando de vender esta joya en el mercado.
«Nuevamente mis problemas pasan a un segundo plano —pensó el joven—. Pero ayudaré a este anciano. Por lo visto tiene más problemas que yo».
El joven recibió la joya y ya se disponía a salir cuando el anciano lo interceptó:
—No la vendas por menos de una moneda de oro.
Con esa indicación y sin mucho entusiasmo el muchacho salió rumbo al mercado. A pesar de todo un día de sinceros esfuerzos, no logró vender la joya. Entonces el joven regresó a la casa del anciano.
—Maestro, hice lo que pude, pero no pude vender la joya por el precio que me señaló.
—Llévala al joyero —propuso el anciano— y pregúntale cuánto cree él que vale. No la vendas; solo pregúntale, y me avisas.
De nuevo se fue el joven, esta vez con menos entusiasmo. «¿Por qué insiste en vender esta cosa a un precio tan elevado?», se preguntaba mientras salía camino a la joyería. Al fin llegó al lugar.
—Podría por favor decirme cuánto vale esta joya —preguntó el joven.
—Es muy valiosa —replicó el joyero—. Podría costar unas cincuenta monedas de oro, o aun más. ¿Deseas venderla?
—No, gracias. Tengo que llevar este mensaje al dueño.
El joven salió corriendo hacia la casa del anciano y le contó lo sucedido. Sin mostrar mucha emoción por la noticia, el anciano respondió:
—Como esta joya, tú también tienes mucho valor. Que la gente en la calle no lo reconozca, o no lo admita, es otra cosa. Llevas en ti el sello de la imagen del Creador de los cielos y la tierra. Es Dios quien lo ha dado semejante valor y eso nadie te lo puede quitar.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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