lunes, 23 de julio de 2012

UNA «FELIZ» EQUIVOCACIÓN


El Señor te pondrá en el primer lugar y no en el último. Deuteronomio 28:13.

Juancito era uno de esos alumnos que ningún maestro quiere tener en su clase. Molestaba a sus compañeros, y no le daba importancia a sus calificaciones. Hasta que ocurrió algo muy curioso, según cuenta el escritor James Dobson.
Un día se celebraba la reunión de padres y representantes con los maestros de la escuela. Entonces la mamá de Juancito se acercó al nuevo maestro de su hijo.
—Maestro, ¿cómo se está portando mi Juancito?
—Señora, usted no tiene idea de lo feliz que me siento al tener a Juancito en mi clase. Me llena de satisfacción ser su maestro.
La asombrada madre agradeció al maestro esas palabras y, al llegar a su casa, le contó a su hijo lo ocurrido. Lo que ella no sabía es que había otro Juancito en la clase (Juancito «el bueno»), y que el maestro se estaba refiriendo a ese otro, no a Juancito «el malo».
Al día siguiente Juancito, «el malo» se acercó a su maestro.
—Mi madre me contó lo que usted le dijo. Jamás un maestro dijo eso de mí.
Ese día Juancito hizo sus tareas escolares y no fastidió a sus compañeros. Al regresar a su casa hizo sus tareas sin que nadie lo obligara. Y en los días que siguieron, sucedió exactamente lo mismo. En poco tiempo, Juancito llegó a ser uno de los mejores alumnos de la clase (en Alice Gray, Stories for the Family 's Heart [Relatos para el corazón familiar], p. 82).
¿Qué produjo el milagro? La «feliz» equivocación de un maestro que se expresó bien de un alumno «malo», creyendo que se trataba del «bueno». Al parecer, Juancito «el malo» solo necesitaba que alguien, aunque fuera por equivocación, le dijera una palabrita de estímulo.
¿Hay en tu familia o entre tus amigos alguien al que todos consideran «un fracaso»? Quizás todo lo que necesita esa persona es una palabra de ánimo. Y quizás tú eres la persona que podría decirle esa palabra.
¿O eres tú ese que los demás consideran un fracaso? Pues si este es el caso, no aceptes que nadie te diga que no sirves. Recuerda que Dios te ha dado talentos para que estés «en primer lugar, no en el último».
Nunca dejes de creer en ti, porque Dios cree en ti.
Amado Padre, hoy quiero hacer lo mejor, e inspirar a otros a hacer lo mismo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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