Ellos respondieron; «Hemos visto que Jehová está contigo, y dijimos; "Haya ahora juramento entre nosotros": Haremos contigo este pacto» (Génesis 26:28).
Si tuviera que clasificar los sentimientos que los seres humanos experimentamos, sin duda alguna colocaría a la envidia entre los más sutiles y dañinos, ya que roba la alegría y puede levantar un muro de separación entre las personas. Generalmente no deseamos que otros sientan envidia de nosotros, pero esta surge si los que nos rodean piensan que son excesivas la prosperidad, la felicidad y las bendiciones que disfrutamos.
Abimelec, rey de los filisteos, observaba muy de cerca a Isaac y la forma como este se comportaba, especialmente la forma en que prosperaba. De manera que decidió hacerle una visita para hablar con él. Por las palabras de Abimelec entendemos que la prosperidad material que Dios le había dado a Isaac era mucha, a tal grado que quienes lo rodeaban sentían envidia de él y gran temor.
En la actualidad esa situación se repite con mucha frecuencia. Los seres humanos deberíamos sentirnos felices al ver la prosperidad de otros e incluso orar y agradecer a Dios por las bendiciones que derrama sobre nuestros familiares, amigos y conocidos; aunque a menudo no lo hacemos. Isaac era consciente de que el rey de los filisteos no había sido amable con él. Juzgando por otros incidentes del pasado pudo creer que aquella visita tenía un doble propósito. Abimelec quería asegurarse de que aquel hombre que prosperaba no sería una amenaza para él, por lo que prefería mantenerlo alejado. Por otro lado, el corazón de Isaac estaba lleno de gratitud. En lugar de dar rienda suelta a su resentimiento por la forma ruda e injusta en que había sido tratado, mostró más bien un espíritu de bondad y un corazón dispuesto a perdonar a sus enemigos. Me gusta pensar que quienes nos rodean observan la forma maravillosa en que Dios nos bendice. Si bien es cierto que esto podría despertar en ellos sentimientos de envidia, estoy convencida también de que cuando traíamos a nuestros adversarios con amor, respeto, y cariño, somos una bendición para ellos. Ojalá que el Dios de la prosperidad se manifieste a través nosotros para llevar incluso a nuestros adversarios paz y buena voluntad.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Evelyn Herrera de Omaña
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