Den al Señor la honra que merece. Salmo 96:8.
¿Qué significa ser un cristiano de ocasión? El escritor Víctor Parachin lo ilustra muy bien en el siguiente relato:
En cierta intersección de caminos, los conductores esperaban que la luz del semáforo cambiara a verde. Resulta que el conductor del primer vehículo en la fila no se percató de que la luz había cambiado. Inmediatamente, una señora que conducía el siguiente vehículo comenzó a tocar la bocina, pero el hombre seguía distraído. Entonces la dama perdió la compostura: gesticuló, gritó obscenidades, golpeó su automóvil con la palma de la mano. Al fin el conductor del primer automóvil se dio cuenta de que debía avanzar, y lo hizo mientras la luz del semáforo todavía estaba en amarillo. Apenas cruzó, la luz cambió a rojo, y la dama que lo seguía tuvo que frenar. Furiosa, transpirando frustración, la mujer continuó haciendo gala de lo más selecto de su diccionario de vulgaridades.
Lo que esta señora no sabía es que, justo detrás de ella, un policía estaba observándola. El oficial se le acercó, le pidió que saliera del automóvil y la llevó a la estación de policía para interrogarla. Después de interrogarla, la señora quedó libre, pero antes de retirarse el policía le hizo una última pregunta.
—¿Quiere saber por qué la arresté?
—¡Por supuesto! —replicó la mujer.
—Yo estaba justo detrás de su automóvil cuando usted profirió sus obscenidades. Y también estaba lo suficientemente cerca como para leer varias calcomanías pegadas al parachoques de su vehículo. Una decía: «¿Desde cuándo no va a la iglesia?». Otra: «¿Qué haría Jesús en mi lugar?». Entonces pensé que usted se había robado ese automóvil (The 9 Habits of Highly Effective Christians [Los nueve hábitos de los cristianos muy efectivos], pp. 7, 8).
Sin lugar a dudas, esta señora vivía su cristianismo solo al asistir a la iglesia, cuando se ponía su careta de seguidora de Cristo. Por supuesto, su manera hipócrita de «testificar» no le hizo ningún favor a la religión de Cristo. Todo lo contrario, arrojó un balde de agua sucia que nos salpicó a todos.
¿Qué testimonio estás dando ante tus familiares y amigos que no han entregado sus vidas al Señor Jesús? Si tuvieran que juzgar tu religión basándose solamente en tu vida, ¿qué opinión tendrían de Cristo y de su iglesia?
Señor Jesús, que mi vida hoy te dé la honra que tu nombre merece.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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