Entonces dijo Dios: «Melgamos al hombre ti nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Génesis 1:26).
¡Qué hermoso privilegio el que Dios nos ha dado de gozar toda la belleza que ha colocado en el mundo! Me vienen a la mente las palabras del Creador: «¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?» (Job 38:4). ¡Me gozo en tus planes, Padre, en tus amorosos planes! ¡Qué hermoso privilegio ser hijas tuyas y disfrutar de la belleza que has creado para todos nosotros!
Parece increíble, pero es cierto. Además de haber sido creadas en forma especial y única, fuimos creadas con un propósito también especial. Nuevamente las interrogantes bullen en mi mente y me hago eco de las palabras del salmista: «¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites? Lo has hecho poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y de honra. Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies» (Sal. 8:4-6). Únicamente Dios pudo crear, dar, compartir y servir; sin egoísmos ni envidias, sin reservas ni limitaciones.
Jesús vino a este mundo y nos dio un ejemplo de vida. nos dice: «Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida» (Deut. 30:19). Tú y yo tenemos el privilegio único de decidir y elegir entre la vida y la muerte, y aceptar el estilo de vida que Jesús vino a enseñarnos para que vivamos una vida llena de satisfacciones. Jesús tuvo una vida cargada de desafíos, dificultades y desalientos, pero todo con un propósito: servirnos de modelo.
Escoger la vida eterna conlleva que seamos conscientes, como mujeres y como madres, de que tenemos un origen, una función, un propósito y una misión.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Coraduma Escobar de Villarreal
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