Dios le dijo: Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será? Lucas 12:20.
Probablemente nunca has oído hablar de Vince Lombardi, pero seguramente te has tropezado con la filosofía que popularizó este famoso entrenador cuando dirigió al equipo de fútbol americano Green Bay Packers.
«Ganar no es cualquier cosa. ¡Es la única cosa! —decía Lombardi a sus jugadores—. Para mí no existe el segundo lugar. Solo existe el primer lugar» (Datos tomados de su página web: www.vincelombardi.com).
Para lograr ese objetivo, Lombardi estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario: «No me importa vender jugadores, cambiar jugadores, hasta "dispararles" a mis jugadores: todo con tal de no llegar en segundo lugar» (David B. Smith, Signs ofthe Times [Señales de los tiempos], septiembre de 1997, p. 8). Y en cierto sentido su filosofía le funcionó, porque en apenas nueve años a partir de 1958, logró que su equipo ganara seis títulos de división, cinco campeonatos de la National Football League (NFL) y dos Super Bowl.
¿Qué piensas de esta filosofía? En realidad, no hay nada malo en querer ganar. Nadie participa en un deporte para perder. Ningún alumno se inscribe en un programa de estudios para fracasar. Ningún accionista invierte su dinero para perderlo.
El problema se presenta cuando enfrentamos la vida pensando que «las vamos a ganar todas», o que el único objetivo es ganar. Quienquiera que crea que allá afuera lo está esperando el primer lugar en todo lo que haga, simplemente se está preparando para convertirse en el más miserable de todos los mortales.
Una cosa muy diferente es hacer lo mejor que podamos; poner el mayor empeño en alcanzar nuestros objetivos; en pocas palabras, apuntar a la excelencia. Pero no porque nuestra única meta sea ganar o pasar por encima de otros para llegar a la cima.
Nuestra razón de ser en esta vida es mucho más noble, más sublime, que simplemente ganar. Es vivir de tal modo que glorifiquemos el nombre de Dios: en el deporte, los estudios, el noviazgo, las amistades, el trabajo y el matrimonio, entre otros.
En última instancia, ¿qué sentido tiene ganar todos los honores de este mundo y al final perder la vida eterna?
Padre amado, que la gloria de tu nombre siempre sea el norte de mi vida.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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