«¡Mirad por vosotros mismos! Si tu hermano peca contra ti, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", perdónalo» (Lucas 17:3,4).
En una región remota de Canadá hay un pueblo que, durante cierto tiempo, estuvo aislado. Un día abrieron un camino de tierra para llegar hasta él. Ese pequeño pueblo ahora tiene un camino de entrada y salida. Si alguien llega a ese pueblo, solo tiene una manera de salir de él: dando la vuelta. Esa es la definición de arrepentimiento: darse la vuelta y andar en la dirección opuesta.
Todos nosotros hemos nacido en un pueblo que se llama Pecado y solo hay una manera de salir de él: el camino que construyó Dios. Hasta que Dios no intervino, no había manera de abandonarlo. Ese camino es su Hijo. Jesús dijo: «Yo soy el camino» (Juan 14:6). La Biblia llama arrepentimiento a la decisión de tomar el camino que nos llevará fuera del pueblo del Pecado.
Mientras todavía estaba en un país lejano, el hijo pródigo tomó la decisión: «Me levantaré e iré a mi padre». No se limitó a decirlo, lo hizo: «Entonces se levantó y fue a su padre». La decisión de regresar a casa era buena, pero su vida solo empezó a cambiar cuando se puso en marcha.
Mientras el joven perdido todavía iba de regreso a casa, su padre salió a buscarlo. No dice que el hijo pródigo viera a su padre, sino que fue este quien lo vio a él. Los ojos de la misericordia son más rápidos que los ojos del arrepentimiento. Los ojos de nuestra fe son débiles comparados con los ojos del amor de Dios. El ve al pecador mucho antes de que el pecador lo vea a él.
Allí estaba el hijo, dispuesto a confesar su pecado. Cuanto más ansiamos confesar nuestro pecado, tanto más desea Dios perdonarnos. Tan pronto como reconocemos nuestros pecados, Dios se afana en borrarlos del libro. Eliminará cualquier pecado que, de corazón, reconozcamos y confesemos ante él. Para él no hay pecado demasiado grande o demasiado pequeño que no pueda perdonar. Basado en Lucas 15:11-32.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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