sábado, 4 de agosto de 2012

TRABAJAR CON JESÚS


«El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama» (Lucas 11:23).

Jesús vino a este mundo con un propósito: destruir las obras del diablo. Por eso dedicó tanto tiempo a la curación. Se dio cuenta de que el diablo hace que la humanidad viva bajo el peso del dolor y la miseria y quería que el pueblo viera que estos no pueden existir en su santa presencia. Los que fueron sanados alababan a Dios y eran testimonio viviente de que el Salvador desea y es capaz de destruir los efectos del pecado.
Cierto día trajeron ante Jesús a un hombre para que lo sanara (ver Mat. 12:22). Jesús sabía que la causa de los problemas físicos de este hombre era la posesión demoníaca, por eso echó el demonio del hombre. Algunos de los espectadores se maravillaron y admiraron del poder de Dios». Pero los fariseos se mostraron escépticos. Siempre que intentaban echar fuera demonios lo convertían en un espectáculo. A veces, hasta parecían tener éxito. Pero en tales casos, la «curación» era temporal y el demonio acababa regresando. Los demonios no obedecen a los que no se han convertido.
Jesús leyó sus pensamientos y dijo que, puesto que los demonios habían sido expulsados del hombre, el diablo había sido completamente derrotado porque el diablo no puede expulsarse a sí mismo permanentemente. Entonces Jesús dio la vuelta al argumento y preguntó: «Si yo echo fuera demonios en nombre de Belzebú, ¿en nombre de quién los echan ustedes?». Luego, con tono admonitorio, añadió: «A mí me ha bastado el dedo de Dios para echar fuera ese demonio; en cambio ustedes combaten contra el reino de Dios».
Hay personas que se jactan de que pueden superar cualquier defecto de su carácter únicamente con fuerza de voluntad. Quizá sea así. Sin embargo, el resultado no será permanente. Si uno solo busca ayuda en sí mismo, llegará el día en que será impotente. «Alzaré mis ojos a los montes. ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra» (Sal. 121:1,2).
Señor, sin ti nada puedo. Perdóname cuando trato de vivir por mis propias fuerzas. Tengo la voluntad, pero no el poder. Basado en Lucas 11:14-2


Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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