El trabajo de cada cual se verá claramente en el día del juicio. 1 Corintios 3:13.
Se cuenta la historia de un carpintero a quien llamaremos Juan. Durante muchos años, Juan trabajó con fidelidad para un adinerado constructor. Su lealtad y devoción no pasaron desapercibidas, por lo que cierto día, su patrón decidió dejar en manos de Juan la responsabilidad de supervisar la construcción de la siguiente casa.
—Juan, he observado tu trabajo durante todos estos años y creo que ya estás en condiciones de dirigir la construcción de una casa. Dirigirás todo el proceso, incluida la compra de materiales.
¡Dirigir la construcción de una casa! Sin pérdida de tiempo, Juan se dedicó a su trabajo con el mayor entusiasmo. Un día, sin embargo, un pensamiento maligno llegó a su mente. «¿Qué tal si construyo esta casa con materiales baratos? Nadie se dará cuenta. Así podré quedarme con una buena suma de dinero».
Un instante después se sintió mal por haber pensado así, pero luego razonó que él ya había dado a su jefe los mejores años de su vida, y sin embargo seguía siendo un pobre carpintero. Decidió, pues, llevar a cabo su plan. Compró materiales de segunda categoría y ahorró dinero en detalles que creyó que difícilmente se notarían. Cuando terminó la construcción, el dueño de la empresa se acercó a Juan con una amplia sonrisa en el rostro.
—Juan, durante todos estos años has sido un fiel y abnegado trabajador, y ya es tiempo de mostrarte mi gratitud. ¡Te regalo esta casa que acabas de construir! (Adaptado de God"s Little Devotional Bookfor Teens [Pequeño libro devocional de Dios para adolescentes], pp. 38,39).
Así es la vida: cosechamos lo que sembramos. Sembramos engaño, cosechamos desilusiones. Sembramos rectitud, cosechamos satisfacciones.
Ahora mismo tú también estás construyendo, no una casa, sino un carácter. Dios te ha encargado la responsabilidad de dirigir la obra, incluyendo el tipo de materiales que usarás. ¿Es de primera clase el material de construcción que estás usando? La honestidad, la integridad, el respeto, la rectitud: estos son los materiales de primera clase. Están a tu disposición. Y vale la pena usarlos. A fin de cuentas, es tu carácter lo que está en juego. Esa es tu mayor posesión. De hecho, es lo único que podrás llevar contigo a la patria celestial.
Padre amado, dame sabiduría para edificar, no solo para este mundo, sino para la eternidad.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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