El Señor salva la vida a sus siervos; ¡no serán castigados los que en él confían! Salmo 34:22
Corrie sabía el riesgo que corría al ocultar su Biblia. Había llegado a Ravens-bruck, el temido campo de concentración para mujeres, donde cualquier desobediencia a las autoridades alemanas se pagaba con la vida. ¿Correría el riesgo?. Mientras esperaba su turno para ser inspeccionada, observaba la forma en que las mujeres eran despojadas de todas sus posesiones. Entonces decidió confiar la situación a su Padre celestial. Escondería la Biblia bajo su vestido, y pediría a Dios que enviara a sus ángeles para que le permitieran pasar el punto de seguridad sin ser vista. «Oh Dios, te pido que envíes a tus ángeles, pero que no sean transparentes, para que me puedan ocultar».
Corrie observó entonces cómo la mujer que estaba delante de ella era despojada de sus pertenencias. Ahora era su turno. ¡Pero pudo pasar el punto de seguridad sin ser interceptada! ¡Dios había hecho el milagro!
Sus problemas, sin embargo, no habían terminado. ¿Cómo se las arreglaría para leer su Biblia sin que la descubrieran? Corrie no imaginó que Dios ya «había hecho los arreglos» necesarios. Corrie Ten Boom fue asignada a la barraca N° 28, el lugar de la prisión adonde ni siquiera los guardias se atrevían a entrar, ¡porque estaba infestado de pulgas y piojos! Fue así como Corrie pudo celebrar estudios bíblicos dos veces al día mientras estuvo prisionera, ¡sin ser perturbada en lo más mínimo! (Steve Halliday y William Travis, How Great Thou Art [Grande eres tú], lectura para el 9 de diciembre).
No hay duda alguna de que los caminos de Dios son misteriosos. Dios siempre se las arregla de alguna manera para ser fiel a su promesa: «Cuando me llames, te contestaré» (ver Sal. 91:15).
¿Estás atravesando por alguna circunstancia difícil en tu vida? Me refiero a una situación bien compleja, de esas que quitan el sueño y oprimen el corazón. Bueno, aquí está el desafío para ti: ponía en manos de Dios. Él quiere que lo pongas a prueba, no con cualquier problemita insignificante, sino con la mayor preocupación que tengas. Y después de poner tu caso en sus manos, confía, porque, fiel a su promesa, él vendrá en tu ayuda (ver Sal. 37:5).
Mi Padre celestial, pongo ante ti esta carga que me oprime el corazón. Conforme a tu promesa, líbrame de ella, para gloria de tu nombre.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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