El amor es sufrido, es benigno. El amor no siente envidia. El amor no es jactancioso, el amor no se engríe (1 Corintios 13: 4).
El amor exige consideración de las dos partes; la clase de consideración que construye puentes con la combinación edificante de la paciencia, la amabilidad y el desinterés. El amor te enseña a llegar a un acuerdo, a respetar y valorar la manera única en la que piensa tu cónyuge de ti por las cosas únicas y exclusivas que comparten.
El esposo debería escuchar a su esposa y aprender a considerar sus mensajes tácitos. La esposa debería aprender a comunicarse con sinceridad y no decir una cosa cuando en realidad quiere decir otra. Sin embargo, muchas veces te enojas y te frustras, y sigues el patrón destructivo de "Preparen, apunten, ¡fuego!" En el momento, hablas con dureza; y más tarde, decides si deberías haberlo dicho.
Por el contrario, la naturaleza reflexiva del amor, te enseña a usar la mente antes de usar la boca. El amor piensa antes de hablar. Filtra las palabras a través de una rejilla de verdad y bondad. ¿Cuándo fue la última vez que pasaste algunos minutos pensando sobre cómo podrías comprender mejor a tu cónyuge y demostrarle amor? ¿Qué necesidad inmediata podrías satisfacer? ¿Para qué acontecimiento próximo (aniversario, cumpleaños, día festivo) podrías prepararte? Las grandes relaciones matrimoniales surgen de la reflexión profunda todos los días.
¿Qué aprendiste de ti mismo o de tu cónyuge al hacer esto hoy? ¿Cómo podría transformarse en una parte más natural, creativa y sumamente útil de tu estilo de vida?
Ponte en contacto con tu cónyuge en algún momento del día. Sin ninguna otra intención, pregúntale cómo está y si puedes hacer algo por él o por ella hoy. Órale a Dios para que te dé la capacidad de hacer lo que te has propuesto.
Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.
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