«Les daré un corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque se volverán a mí de todo corazón» (Jeremías 24:7).
Si el hijo pródigo hubiera escuchado la conversación entre su padre y su hermano mayor, es probable que hubiera huido de nuevo. Sin embargo, esa conversación tuvo lugar después de que su padre lo perdonara.
Cuando usted y yo acudimos al Salvador quizá nos sintamos como si los demás nos mirasen con frialdad. Es probable que oigamos críticas y reproches. Pero cuando obtengamos el perdón de nuestro Padre, no nos importará que nuestros «hermanos mayores» puedan decimos palabras duras.
De vez en cuando sucede que una persona que deseaba unirse a la iglesia diga: «Yo ya vine a la iglesia, pero uno de los miembros fue descortés conmigo. Por tanto, no pienso volver nunca más». Es muy lamentable que alguien se sienta así. ¿Acaso un solo miembro representa con propiedad a todo el cuerpo de Cristo? Si se siente menospreciado, acuda al Padre celestial y él le otorgará perdón y aceptación, de manera que no le importará lo que diga su hermano mayor. El perdón del Padre le hará olvidar el desdén de sus hermanos.
Si piensa que en la familia de la fe todos son siempre amables y están dispuestos a ayudarlo, so equivoca completamente. A veces, los miembros de iglesia se desaniman porque se cruzan con otros que, por la razón que sea, los reciben fríamente. Si tal es su caso, no le importe la actitud de esos hermanos mayores; permanezca aún más cerca del Padre. Cerca de él usted se sentirá perdonado y aceptado. Puesto que él es el Padre, usted es su hijo. Es un miembro de la familia, haya los hermanos mayores que haya. Él lo lavó y lo limpió. Él le dio ropa nueva y lo calzó con zapatos nuevos. Una vez estuvo muerto y ahora vive, estuvo perdido y fue hallado. Únase a la celebración. Coma de lo mejor que le pueda ofrecer su Padre. ¡Alégrese!
Luego, salga y ayude a encontrar a otros pródigos. Hábleles del amor del Padre y del perdón. Asimismo, no olvide que el Padre también ama a los hermanos mayores. Con nuestro ejemplo podemos restaurar los lazos familiares rotos. Nuestro Padre celestial quiere que todos sus hijos se reconcilien unos con otros. Somos sus hijos. Basado en Lucas 15:11-32.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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