domingo, 30 de septiembre de 2012

PERSEGUÍA SU PROPIA COLA


Los ricos se vuelven pobres, y sufren hambre, pero a los que buscan al Señor nunca les faltará ningún bien. Salmo 34:10

Cuenta una fábula que cierto día, un cachorrito se puso a perseguir afanosamente su propia cola sin éxito alguno, cuando en ese momento, un perro viejo lo vio.
—¿Por qué estás persiguiendo tu propia cola?
—He escuchado que la felicidad está en mi cola —respondió el perrito—. Así que la seguiré persiguiendo hasta alcanzarla.
—Hubo un tiempo en que yo también perseguía mi cola —contestó el perro viejo—, porque había escuchado eso de que la felicidad de un perro está en la cola.
 —¿Y lograste alcanzarla? —preguntó interesado el cachorrito. —Después de mucho perseguir mi cola —replicó el perro anciano—, descubrí que cuanto más intentaba alcanzarla, tanto más se alejaba de mí; pero cuando dejaba de perseguirla y me dedicaba a mis asuntos diarios, entonces ella me seguía a todas partes.
El autor del relato, Neal Becker, concluye diciendo que algo muy parecido sucede con nosotros los seres humanos: Mientras más nos afanamos por perseguir la felicidad, más nos esquiva. En cambio, cuando nos dedicamos a cumplir fielmente nuestros deberes diarios, la felicidad nos sigue a todas partes (Sigas of the Times [Señales de los tiempos], agosto de 2009, p. 64).
Mucha gente piensa que la felicidad tocará a su puerta cuando alguno de sus grandes sueños se haga realidad: «Ser el mejor jugador del equipo de fútbol», «Culminar mi carrera con honores», «Comprar un auto deportivo último modelo», «Vivir en una mansión frente al mar».
El problema de esos sueños es que la felicidad no es el producto de lo que hacemos o tenemos, sino de cómo vivimos; del fiel cumplimiento de nuestros deberes diarios. Elena G. de White resume muy bien este punto cuando escribe que la verdadera felicidad solo se encuentra en ser buenos, hacer lo bueno y el cumplir fielmente nuestros deberes (ver Mensajes para los jóvenes, p. 147).
¿Quieres ser feliz? Comparte lo que tienes. Sirve al prójimo. Ayuda a tus padres en las tareas de la casa. Sé buen amigo. Diles a tus seres queridos lo mucho que los amas. Sé agradecido. Esfuérzate en ser un buen estudiante. Coloca tu vida, tus planes, tus temores, en las manos de Dios, y todo lo demás vendrá por añadidura.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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