«También vosotros ahora tenéis tristeza, pero os volveré a ver y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo» (Juan 16:22).
Algunas personas saben atrapar monos sin hacerles daño. Introducen un maní en una jarra de cerámica. En poco tiempo, un mono llega y lo huele. Luego mirará dentro de la jarra y verá el maní en el fondo. Como quiere comerlo, el mono introduce la mano en la jarra y, cerrando el puño, lo agarra. Pero el puño es demasiado grande para que pueda pasar por el cuello de la jarra y el mono es demasiado avaro como para soltar el maní. Así, el mono queda atrapado; y todo porque no quiso soltar un mísero maní.
Podemos liberarnos de todas nuestras cargas y penas; basta con que las soltemos y se las demos a Jesús. Él tomará nuestro dolor y lo convertirá en alegría que nadie nos podrá quitar.
La oración sincera suele ser el resultado de un corazón quebrantado. El corazón que busca al Señor con toda su fuerza es el corazón contrito; por lo que el corazón permanentemente contrito es condición indispensable para la oración sincera. «Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón y salva a los contritos de espíritu» (Sal. 34:18). «Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios» (Sal. 51:17). «Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo: "Yo habito en la altura y la santidad, pero habito también con el quebrantado y humilde de espíritu, para reavivar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los quebrantados"» (Isa. 57:15).
En cierta ocasión hablaba con una persona que había perdido el celo por andar con el Señor. Le pregunté por su vida de oración. Me respondió que había dejado de orar porque sabía que, si lo hacía, en su vida se producirían cambios y eso le daba miedo.
La oración sincera ablanda el corazón más duro. Por lo tanto, el mayor error que podemos cometer es el error de dejar de orar.
El Señor quiere cambiar su sufrimiento por gozo. Si tal es su deseo, deje que él haga. Basado en Lucas 18:1-8
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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