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jueves, 18 de octubre de 2012
«HEME AQUÍ»
«Después oí la voz del Señor, que decía:" ¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?" Entonces respondí yo: "Heme aquí, envíame a mí"» (Isaías 6: 8).
La próxima vez que le pidamos a Dios que bendiga algo o a alguien, ya sea la familia, la iglesia o un campo de misión lejano, será bueno que pensemos cómo lo hará. Un día, Jesús dijo a sus discípulos: «La mies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies» (Luc. 10:2). A menos que estemos dispuestos a ser uno de los obreros, no tiene sentido que oremos pidiendo algo así. Aunque Dios obra de manera misteriosa, su forma de obrar suele incluir a las personas, es decir, a usted y a mí.
Cierto día escuché una entrevista radiofónica a Joni Earickson-Tada y su esposo. En ella explicaban cómo, antes de visitar a los amigos, oraban para que Dios les inspirase palabras de aliento para los demás.
Al escucharlos, me conmoví. Suelo orar antes de hacer una visita personal o antes de ir a dar un estudio bíblico, pero no había pensado en orar antes de ir a visitar a los amigos. Me pregunto qué pasaría si, antes de precipitarnos en el automóvil para ir a visitarlos, oráramos para que Dios nos ayudara a conseguir que nuestra actitud y nuestras palabras fueran un consuelo y un aliento espiritual para la familia.
En cierta ocasión, Francisco de Asís invitó a un joven fraile para que lo acompañara por las calles de la ciudad. Honrado por haber recibido tal invitación, el fraile aceptó sin poner inconvenientes; de manera que él y Francisco pasaron el día deambulando por las calles, los callejones, las avenidas e incluso los suburbios. Se toparon con cientos de personas. Al anochecer, los dos regresaron a casa. Francisco no había hablado ni una sola vez a la multitud y tampoco le había hablado a nadie del evangelio. Profundamente decepcionado, su joven compañero dijo: —Pensé que íbamos a la ciudad para predicar. Francisco respondió:
—Hijo mío, hemos predicado. Predicábamos mientras caminábamos. Muchos nos vieron y observaron de cerca nuestro comportamiento. Si no predicamos por todas partes mientras andamos, ¡no tiene sentido ir a ningún lado a predicar! Basado en Lucas 18:1-8
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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