«En él vivimos, nos movemos y somos» (Hechos 17:28).
La oración jamás estuvo destinada a ser un fin en sí misma o un acontecimiento más en la vida diaria. La oración es un medio para un fin; nos ayuda a vivir en santidad.
Nicolás Hermán de Lorena nació en la Francia del siglo XVII. En su juventud fue soldado, pero más tarde ingresó en un monasterio. Se lo recuerda como el hermano Laurent y su contribución a nuestra vida es que nos inspiró a «practicar la presencia de Dios». Para el hermano Laurent, las horas de oración no eran distintas de las demás. Comía a una hora determinada, trabajaba a una hora precisa, se bañaba a una hora concreta y oraba a una hora exacta. Para él la oración se convirtió en un estilo de vida, un hecho inamovible de su día a día.
Mi esposa y yo llevamos casados ya cincuenta años. Además de nuestra relación, el compromiso mutuo que Betty y yo tenemos también afecta a todo lo que hacemos. Aunque es evidente que los matrimonios en los que hay poca o ninguna comunicación están en peligro, tampoco es necesario que mi esposa y yo hablemos continuamente. Nuestra comunión es más que solo palabras, es un estilo de vida. Y lo mismo ocurre con nuestro compromiso con Jesús. Nuestra vida tiene que ir más allá de las oraciones y pasar a los actos. No basta con hablar con él, es preciso vivir para él.
Se han realizado encuestas preguntando a la gente por qué ora. Los resultados son a la vez alentadores y decepcionantes. Si bien la mayoría de las personas entrevistadas dijeron que oran —la mayoría de ellos cada día— la oración parece tener poco efecto en la dirección que toma su vida.
Muchas personas han dividido su vida en dos compartimentos. Por un lado tienen lo que ven como vida espiritual y por otro, una vida secular. La vida espiritual está centrada en Dios y la vida secular gira en tomo al mundo. El equilibrio es imposible. Somos una cosa o la otra, pero no las dos a la vez.
Una vida verdaderamente espiritual será aquella que, además de empezar el día con Dios, incluye andar con él todo el día. La verdadera vida religiosa del cristiano es una demostración práctica del texto que dice que «en él vivimos, nos movemos y somos» (Hech. 17:28). Lleve a Dios consigo en todo lo que haga. Basado en Lucas 18:1-8
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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