Pórtense como quienes pertenecen a la luz, pues la luz produce toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad. Efesios 5:8,9.
Se cree que Robert Hughes (1926-1958), de Illinois, Estados Unidos, ha sido la persona más gorda en la historia de la humanidad. Cuando tenía apenas seis años de edad, ya pesaba unos 92 kilogramos. A los diez años pesaba 171 kilogramos. En un momento de su vida llegó a pesar nada menos que 486 kilogramos. Para el momento de su muerte, a los 32 años de edad, pesaba alrededor de media tonelada. Se dice que su ataúd era tan grande como para transportar un piano y que tuvo que ser bajado a la fosa con una grúa (Richard B. Manchester, Incredible Facts [Hechos increíbles], pp. 102, 103).
¿Te imaginas lo que los seres de otro planeta habrían pensado si hubieran visitado la Tierra y, por pura casualidad, se hubieran topado solo con Roberto Hughes? No los culparía si pensaran que todos los terrícolas pesamos alrededor de media tonelada.
Una confusión similar ocurre, aunque en un plano muy diferente, cuando representamos mal a nuestra iglesia. Si eres el único miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en tu familia, o en tu vecindario, o en tu salón de clases, la gente que te rodea se hará una idea de lo que es un adventista por lo que vean en ti. Por ello, el privilegio de ser un cristiano adventista del séptimo día también conlleva una gran responsabilidad: dondequiera estemos, somos representantes de Cristo y, por supuesto, de nuestra iglesia.
Algunos jóvenes adventistas han vivido en carne propia una situación que ilustra lo que estoy diciendo. Me refiero a los estudiantes que han solicitado ser exonerados de los exámenes en día sábado. Entre las razones que los profesores usan para negarles la excepción, es que otros «adventistas» no han tenido problemas para presentar exámenes en día sábado. «Si otros adventistas lo hacen, ¿por qué no podrías hacerlo tú?», contestan.
Lo admitamos o no, nuestra vida afecta a los demás. Como dice Elena G. de White, nuestra conducta «produce sol o sombra» sobre todos aquellos con quienes nos relacionamos (Mensajes para los jóvenes, p. 244).
¿Qué efectos en los demás está produciendo tu conducta? ¿Es un sol que ilumina, o una sombra que oscurece?
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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