«De cierto, de cierto os digo que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará» (Juan 16:23).
Un día Joni Eareckson decidió ir a nadar. Saltó de cabeza desde un embarcadero y se dio un fuerte golpe contra el fondo de la bahía. De pronto, dejó de sentir los pies. De hecho, no podía sentir nada. A partir de ese momento, su vida cambió. Pero no solo cambió la vida de Joni, sino también la de muchos otros, porque Dios respondió a sus oraciones de una manera que ella jamás imaginó.
Joni, su familia y sus amigos oraron pidiendo un milagro. Pidieron que, de algún modo, se recuperara y pudiera dar un testimonio por el Señor que alcanzase a otros. En aquel momento, la respuesta pareció ser negativa; pero ahora, volviendo la vista atrás, se dan cuenta de que en realidad la respuesta fue: «Sí». Joni atestigua que gracias a su tetraplejia ha influido en más vidas que si hubiera recuperado la movilidad.
La manera en que llevamos nuestras peticiones más urgentes a Dios no deja de ser algo curioso. A menudo nos acercamos a él de una forma que jamás consideraríamos si se tratara del médico de cabecera o del mecánico. Pero cuando se trata de los problemas de la vida, los pobres mortales tendemos a autodiagnosticarnos y automedicarnos. Tratamos de manejar los asuntos por nosotros mismos y, si eso no funciona, se los llevamos a Dios en oración. Luego tenemos el descaro de pretender convencerlo de que nuestra solución es la adecuada y de que él tiene que hacer lo que le proponemos.
Pero, ¿no podría ser que nuestro autodiagnóstico previo está equivocado? Y si no es así, quizá sea que el remedio que nos hemos prescrito no era el más conveniente. No nos sorprendamos; Romanos 8:26 nos dice que no sabemos pedir como conviene. A menudo, si bien puede parecer que Dios ha rechazado nuestras oraciones, puede ser que solo haya rechazado la forma en que insistimos en que nos respondiera...
¿Cuál es la mejor manera? Antes de sospechar que Dios no ha respondido a nuestras oraciones, es preciso que comprobemos si, de hecho, movido por su bondad, no nos ha dado más de lo que le pedíamos. Basado en Lucas 18:1-8.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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