viernes, 5 de octubre de 2012

VICTORIA SOBRE LA TENTACIÓN


Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu verdad, por tu justicia. (Salmos 143:1)

No hay victoria sobre el pecado sin victoria sobre la tentación, que empieza cuando suplicamos a nuestro Padre celestial que no permita que nos expongamos innecesariamente al mal en cualquiera de sus muchas y variadas formas.
En este preciso instante la experiencia ya debería habernos enseñado que Satanás puede tomamos por sorpresa. En el preciso instante en que nos ponemos en guardia contra un ataque por la derecha, él nos embiste por la izquierda. La tentación es una realidad. Si Jesús tuvo que enfrentarse a la tentación, ¿porque no íbamos nosotros, que somos infinitamente más débiles, a tener que hacerlo? Cuando no ponemos cuidado en evitar aquello que, unido a nuestra debilidad, pueda contribuir a nuestra caída, incrementamos sobremanera nuestros sufrimientos.
En la vida, el cristiano se tendrá que enfrentar a muchas cosas que, aun siendo lícitas en ellas mismas, no son convenientes. Para Eva, acercarse al árbol de la ciencia del bien y del mal no era ilícito, pero sí inconveniente. ¿Qué padre no ha tenido que recordar a sus hijos que no deben lugar en la calle?  Acaso lugar en la calle es peligroso?  En sentido estricto, no.  Jugar en la calle no es más peligroso que jugar en la zona recreativa. El peligro procede de los automóviles que circulan por las calles.
En el peregrinaje del cristiano, los viajeros experimentados conocen los peligros. Son conscientes de sus propias debilidades y ponen cuidado en evitar los riesgos innecesarios que pueden traer dolor y remordimientos.  Con la oración nos mantenemos alerta ante la posibilidad de ser tentados y pecar.
¿Podría ser que, a pesar de que afirmemos que oramos para vencer la tentación, a menudo lo hagamos demasiado tarde? ¿Ora por la mañana?  La oración de la mañana es la del vencedor, porque en ella nos ponemos de todo corazón al lado del Señor.
Si todavía no tiene esa costumbre, procure que entregar el corazón a Jesús sea lo primero que haga por la mañana. Eso lo dirigirá y le marcará un objetivo para todo el día. Pero recuerde: Jesús nos dice que, además de orar, tenemos que vigilar.  Más tarde, a lo largo del día, si aparece una tentación imprevista en nuestro camino, distinguiremos mejor el peligro y, al pedir a Dios que nos libre, experimentaremos el gozo del vencedor.  Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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