Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10
Una de las buenas historias que cuenta Tony Campolo tuvo lugar mientras enseñaba una de sus clases.
—¿Cuánto tiempo han vivido? —pregunta a sus estudiantes.
Nadie se atreve a responder. Entonces el profesor se dirige a un estudiante en particular.
—¿Cuánto tiempo has vivido?
—Veinticuatro años —responde el joven.
—No quiero saber cuánto tiempo has existido, sino cuánto tiempo has estado verdaderamente vivo.
La mirada perdida del joven revela que no aún no ha entendido. Entonces el profesor les cuenta la experiencia que vivió cuando, junto con sus compañeros de estudios, subió por primera vez al mirador del edificio Empire State, en Nueva York.
—Jugaba con mis compañeros de clase —les contó— cuando, de repente, me encontré mirando el imponente paisaje. Sin darme cuenta, olvidé lo que estaba haciendo, admirado por la majestuosidad de la vista que estaba ante mis ojos. La inmensa ciudad, con sus torres de concreto y de vidrio por doquier, parecía una gran maqueta de juguete. Me quedé paralizado, maravillado ante aquel espectáculo. Nunca olvidaré ese momento, porque lo viví plenamente.
Y dicho esto, se vuelve hacia el mismo estudiante.
—Entonces, ¿cuánto tiempo has vivido?
—Si se trata de esa clase de experiencias, diría que he vivido solo uno o dos minutos. La mayor parte de mi vida ha transcurrido sin significado, con la excepción de unos pocos momentos en los que he estado verdaderamente vivo (Carpe Diem. Seize the Doy [Carpe Diem: Aprovecha al máximo el día], pp. 13-15).
Y tú, ¿has experimentado momentos en los que te sentiste verdaderamente vivo? Momentos en los que disfrutaste plenamente al lado de la gente que amas; al contemplar las maravillas de la creación de Dios; al practicar tu deporte preferido; al hacer una buena obra a favor de alguien necesitado; al besar al ser que más quieres... ¿Captas la idea? En este mundo hay gente que solo se preocupa por existir. Pero, alabado sea Dios, ¡Cristo vino para darnos vida de la mejor calidad! Vida verdadera, abundante, plena.
Hoy tienes la oportunidad de vivir plenamente. Mira a tu alrededor. Todavía hay mucha belleza. Todavía hay gente maravillosa. Y hay muchas cosas buenas de las que puedes disfrutar sana y plenamente.
Y cuando al final de este día te acuestes para descansar, no olvides dar gracias a tu Padre Celestial.
¡Gracias, Dios, por la vida abundante que Cristo vino a darnos!
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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