Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado (Juan 17:3).
En septiembre de 1983, Gianfranco Becchina, marchante de arte siciliano, se comunicó con el Museo J. Paul Getty para ofrecerle una magnífica estatua de mármol que, afirmaba, había sido esculpida en el siglo VI a. C. La estatua era una representación de un varón joven desnudo, común en la antigua Grecia. Becchina pedía diez millones de dólares.
El museo analizó la oferta con precaución. Tomó la estatua en depósito para realizar una investigación a fondo. La indagación duró catorce meses. El Museo Getty concluyó que el estilo de la escultura era similar al de la estatua Anavyssos, que se encontraba en el Museo Arqueológico Nacional de Grecia, en Atenas. Los abogados del Getty concluyeron que los documentos que certificaban la historia reciente de la estatua eran genuinos.
El Museo Getty también contrató los servicios de Stanley Margolis, geólogo de la Universidad de California. Margolis dedicó dos días a examinar la superficie de la estatua con un microscopio estereoscópico de alta resolución. Luego tomó una muestra y la examinó con un microscopio de electrones; realizó una espectrometría de masas, una difracción y una fluorescencia de rayos X. En su informe, Margolis observó que el material era dolomía de la cantera del antiguo cabo de Vathí, en la isla de Tasos, y que la superficie estaba cubierta de una capa delgada de calcita. Margolis explicó que la dolomía se puede convertir en calcita únicamente a través de un proceso que dura cientos o miles de años, lo que demostraba que la estatua no podía ser una falsificación reciente. El Museo Getty compró la estatua por nueve millones de dólares.
La historia es extraordinaria porque cuando se expuso la estatua, una gran cantidad de expertos en arte antiguo concluyeron inmediatamente que era una falsificación. Ellos habían excavado y estudiado personalmente muchas estatuas antiguas, y sabían que aquella no podía ser genuina. Pero las acusaciones que hicieron científicos y abogados se desmoronaron paulatinamente.
A quienes conocen personalmente a Dios y su Palabra, no los pueden engañar las falsificaciones de la verdad. Aunque una falsificación sea avalada por argumentos científicos y complejos estudios eruditos, no deja de ser una falsificación. Nuestra mayor seguridad está en conocer y experimentar personalmente la verdad. Una vez que te has familiarizado con ella, por más hábil que sea la falsificación, podrás identificarla rápidamente. Quisiera preguntarte hoy cuánto conoces a Dios y su Palabra. ¿Lees la Biblia cada día? ¿Distingues la verdad del error?
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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