lunes, 4 de febrero de 2013

PALACIOS, TEMPLOS Y CASAS DE PLACER,- 2


Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: «Castigaré al rey de Babilonia y a su país como castigué al rey de Asiría» (Jeremías 50: 18).

El centro de la gloria de Babilonia era la famosa torre Etemenanki, «El templo de la creación del cielo y de la tierra», que tenía una base cuadrada de 90 metros de ancho y más de 90 metros de altura. Este grandioso edificio solo era sobrepasado en altura en tiempos antiguos por las dos grandes pirámides de Guiza en Egipto. Es probable que la torre fuera construida en el lugar donde una vez estuviera la torre de Babel. La construcción de ladrillos tenía siete niveles, de los cuales el más pequeño y más elevado era un santuario dedicado a Marduk.
Los palacios de Babilonia revelaban un lujo extraordinario, tanto por su número como por su tamaño. Durante su largo reinado de 43 años, Nabucodonosor construyó tres grandes palacios. Uno es conocido como Palacio de Verano. Otro gran palacio, al cual los excavadores dan ahora el nombre de Palacio Central, estaba fuera del muro norte de la ciudad interior. Este también fue construido por Nabucodonosor. Los arqueólogos hallaron este gran edificio sumamente desolado, con excepción de una parte del palacio, el «museo de antigüedades». Aquí se habían coleccionado y puesto en exhibición objetos valiosos del memorable pasado de Babilonia, como estatuas antiguas, inscripciones y trofeos de guerra, con el propósito de que «los hombres contemplen», como expresara Nabucodonosor en una de sus inscripciones.
El Palacio del Sur estaba en el rincón noroeste de la Ciudad Interior e incluía, además de otros edificios, los famosos jardines colgantes, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Un gran edificio cóncavo estaba coronado por un jardín, en la azotea, regado por un sistema de cañerías por donde el agua era bombeada hacia arriba. Nabucodonosor construyó este maravilloso edificio para que su esposa de origen medo tuviera un sustituto de las colinas arboladas de su tierra natal, porque las echaba de menos.
No se puede describir la grandeza de Babilonia. Dios la redujo a polvo por su orgullo y rebelión. La lección es para nosotros. Cuando Jesucristo está ausente del corazón, el orgullo y el egoísmo dominan la vida. Entonces el lema de la existencia es: «Primero yo, después yo y al final yo». Al ser humano le es imposible vencer por sí mismo el orgullo, requiere de un poder sobrenatural. ¿Por qué no invitas al Espíritu Santo para que descienda sobre tu vida esta mañana?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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