Partiendo de ustedes el mensaje del Señor se ha proclamado, no solo en Macedonia y en Acaya, sino en todo lugar; a tal punto se ha divulgado su fe en Dios que ya no es necesario que nosotros digamos nada. 1 Tesalonicenses 1:8.
Hay algo que siempre me ha causado curiosidad y asombro. Cuando llega la primavera y una abeja descubre un jardín florido, al poco rato toda la colonia de abejas disfruta del banquete. ¿Cómo sucede esto? ¿Cómo se enteran de que hay un «dulce tesoro» que explorar? Bueno, sencillamente porque la abeja que hace el descubrimiento «pasa la voz» a las demás.
«Pasar la voz» es un decir humano, y para las abejas sería más apropiado decir «pasar el olor», pues cuando una abeja descubre un «manantial de néctar» segrega cierta sustancia olorosa que sus compañeras perciben e interpretan como: «¡Tesoro a la vista!». Eso las induce a seguir a la que trae la información y a pasar tal información a las demás. También anuncian a sus compañeras por medio de un baile bullicioso que un botín está cercano, el cual pueden detectar a doce kilómetros de distancia. Este baile singular está compuesto por ocho movimientos y vibraciones de alas y abdomen. ¡Maravillas de la naturaleza!
Este acto tan natural encierra varias lecciones para nosotras. En primer lugar, la urgencia con que las abejas llevan las buenas noticias a su colonia, que es su núcleo social, al que sirven y respetan. En segundo lugar, las estrategias que usan para transmitir el mensaje; cuentan con organización e implicación individual.
¿Te dice algo? También tú te desenvuelves en un núcleo social, el más importante: la familia. Luego la comunidad y todas las demás personas que te rodean. De igual modo tienes un mensaje que transmitir: existe un «manantial de alegría» que se prepara actualmente en el cielo para todos los que aman a Dios. Tenemos el deber de pasar la voz, y debemos hacerlo con un gran sentido de urgencia y con premura, pues el tiempo es corto.
Amiga, comienza hoy en tu casa. Abre tus brazos para que tus hijos, tu esposo, tus padres, tus nietos, encuentren en ellos y por medio de ellos los brazos del Señor Jesucristo, que con anhelo espera abrirlos para llevarnos en ellos al hogar eterno. Expele el grato aroma que las mujeres cristianas somos capaces de emanar cuando trasmitimos paz, gozo y amor a los que nos rodean.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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