Porque mío es el mundo y su plenitud. Salmo 50:12.
El fin de todas las cosas está cercano; lo que se hace para la salvación de las almas debe hacerse rápido. Por esta razón estamos estableciendo instituciones para la diseminación de la verdad por medio de las prensas, para la educación de los jóvenes y la restauración de los enfermos. Pero el egoísta y el que ama el dinero pregunta: ¿Para qué hacer todo esto cuando hay tan poco tiempo? ¿Acaso no es una contradicción de nuestra fe gastar tanto en las casas publicadores, las escuelas y las instituciones de salud? Preguntamos en respuesta: Si el tiempo ha de continuar apenas por pocos años, ¿por qué invertir tanto en casas y tierras, o en exhibiciones innecesarias y extravagantes, mientras se dedican sumas tan reducidas a la obra de preparación para el gran evento ante nosotros?...
Con la bendición de Dios, el poder de la prensa difícilmente puede sobrestimarse... Que las casas publicadoras sean sostenidas, y el mensaje de la verdad enviado a todas las naciones de la tierra.
Se han establecido escuelas para que nuestros jóvenes y niños puedan recibir la educación y la disciplina necesarias para prepararlos para el escudriñamiento que pronto vendrá a toda alma. En estas escuelas se debiera hacer de la Biblia uno de los temas principales de estudio. Se debe dar atención al desarrollo tanto de la facultad moral como la intelectual. Anhelamos que en estas escuelas puedan prepararse muchos obreros fervientes para llevar la luz de la verdad a quienes permanecen en tinieblas.
En una institución de salud proveemos un lugar donde el enfermo puede disfrutar el beneficio de los agentes curativos de la naturaleza, en vez de depender de drogas mortíferas. Y muchos de los que encuentran alivio de esta manera, estarán dispuestos a ceder ante la influencia de la verdad...
Las riquezas son una gran bendición si se las utiliza de acuerdo con la voluntad de Dios. Pero el corazón egoísta puede trocar en una pesada maldición la posesión de riquezas... Los que obtienen el gozo más real en esta vida son los que aprovechan la abundancia de Dios y no la abusan...
Dios es el dueño legítimo del universo. Todas las cosas le pertenecen. Cada bendición que los hombres y las mujeres disfrutan es el resultado de la beneficencia divina... Con justicia nos pide que le consagremos lo primero y lo mejor del capital que nos ha confiado. Si reconocemos así su soberanía legítima y su providencia gentil, él ha comprometido su palabra de que bendecirá el restante.— Review and Herald 16 de mayo de 1882.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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