Hacia ti dirijo la mirada, hacia ti, cuyo trono está en el cielo. Salmo 123:1
Hace unos días tuve que someterme a una revisión oftalmológica, pues los lentes que el médico me había recetado hacía años ya no me permitían ver con nitidez. El tamaño, el color y la posición de las cosas que mis ojos me mostraban no eran reales, y eso me causaba mucha confusión e incomodidad. El médico me explicó que con el paso de los años, los ojos pierden su agudeza y es necesario ayudarlos. Fue increíble cómo con los anteojos correctos mi visión se recuperó casi al cien por ciento.
En la vida espiritual y emocional sucede algo parecido. Algunas personas se acostumbran a tener una visión borrosa de la vida, concentrándose en sus desventuras, problemas, achaques y contratiempos. Si alguien se atreve a sugerirles que miren lo bueno de la vida, que es la vida misma, se niegan, y en un mar de lamentos aseguran que nadie les comprende y que Dios les ha dado la espalda.
Veamos la vida con el lente que Dios nos ofrece. Es diferente para cada persona y está diseñado para ver lo que cada quien necesita ver. Nos permite mirar con claridad nuestro presente y vislumbrar con una nitidez poco común el futuro esplendoroso que el Señor nos tiene reservado.
Es tan corta la visión de algunos que solamente pueden ver su paso por esta tierra como una acumulación de problemas y conflictos. Los tales debieran decir como el salmista: «Ábreme los ojos, para que contemple las maravillas de tu ley» (Sal. 119:18). Otros, sin embargo, miran más allá de sus problemas terrenales y, por fe, pueden exclamar en los momentos de aflicción: «A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra» (Sal. 121:1-2).
Millones de mujeres viven absortas mirando únicamente lo pasajero, terrenal y baladí, lo que hace que su existencia no tenga sentido. Otras, abrumadas por los pesares, que a lo mejor ellas mismas se provocan, caen en estados depresivos y de ansiedad. Amiga, no seas corta de miras. Utiliza el lente que Dios te ofrece. No te conformes con disfrutar a medias las bendiciones y las promesas del Señor; no veas solamente tus pesares y congojas, pues son pasajeros. Mira más allá de tu presente y vislúmbrate gozando de las bendiciones eternas en el reino de los cielos. ¡Agudiza tu vista!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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