Vosotros sois labranza de Dios. 1 Corintios 3:9.
Nuestra deuda con Dios y nuestra dependencia total de él debiera llevarnos a reconocerlo como el Dador de todas nuestras bendiciones, y reconocemos tal cosa por medio de nuestras ofrendas. De la abundancia que nos otorga, él requiere que le devolvamos una porción. Al darle al Señor lo suyo, declaramos al mundo que todas nuestras mercedes provienen de él, que todo lo que poseemos le pertenece...
Cuando los judíos tenían sus servicios de acción de gracias después de la recolección del tesoro de la naturaleza, ofrecían sacrificios a Dios. Para nosotros podría resultar extraño que las ofrendas en forma de sacrificios formaran una parte tan importante del regocijo de la comunidad; y en apariencia, era una extraña combinación mezclar el sacrificio de bestias con las expresiones de gozo. Pero esto se basaba en el fundamento verdadero, porque Cristo mismo era el tema de estos servicios ceremoniales. Cuando se derramaba sangre y se hacían ofrendas a Dios en estas reuniones festivas, el pueblo no solo le agradecía a él por sus misericordias presentes, sino que le estaba agradeciendo por la promesa de un Salvador, y así expresaba la verdad de que no puede haber perdón de pecados sin el derramamiento de la sangre del Hijo de Dios...
El Señor ha entregado talentos a hombres y mujeres para que sean más aptos para honrarlo y glorificarlo a él. A algunos les ha confiado medios; a otros ciertas cualidades especiales para el servicio; a otros, tacto e influencia. Algunos tienen cinco talentos, otros dos, y otros uno. Desde el más alto hasta el más bajo, a cada uno se le ha confiado algún don. Estos talentos no nos pertenecen. Le pertenecen a Dios. El nos los ha dado para que los usemos concienzudamente, y un día nos pedirá cuenta de ellos.
La gran lección que hemos de aprender diariamente es que somos mayordomos de los dones de Dios: mayordomos de dinero, de razonamiento, intelecto e influencia. Como mayordomos de los dones del Señor, hemos de invertir estos talentos, por pequeños que sean...
Por pequeño que parezca su talento, utilícelo en el servicio de Dios, porque él lo necesita. Si se lo usa sabiamente, usted puede traer a Dios a un alma que también dedicará sus facultades al servicio del Maestro. Esa alma puede ganar a otras, y así un talento, usado fielmente, puede ganar muchos talentos.— Review and Herald, 24 de noviembre de 1896.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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