¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! 1 Juan 3:1.
Seguramente ya habrás escuchado la hermosa historia de una dama que, gracias a su generosidad, bondad y amor manifestado hacia los niños indigentes de una comunidad proletaria, llegó a ser conocida como «la esposa de Dios». Por si no conoces el relato, te lo voy a contar.
Esta mujer vivía en una pequeña ciudad de Centroamérica. Gozaba de una buena posición económica, así que todos los de su clase social la criticaban, porque en lo que más se concentraba era en ayudar a la gente de escasos recursos. Cuando falleció, muchos lloraron su partida, pues sabían que se habla perdido un ser humano como pocos. Se difundió su sobrenombre en los periódicos de muchos países del mundo, que dieron a conocer la noticia de una pérdida tan lamentable.
Me gustaría que la gente, al verme, reconociera mi parentesco con el Señor. Tal vez no como su esposa, pero sí como su hija favorita, y esta es una verdad que se encuentra al pie del acta de nacimiento que Dios nos dio: «Tú eres mi hijo; hoy mismo te he engendrado» (Heb. 5:5). El mundo nos reconocerá como hijas de Dios si en nuestra vida mostramos las virtudes tísicas, mentales y espirituales con que él nos creó. Somos semejantes a él física, mental y espiritualmente gracias al lazo de consanguineidad que tenemos con Dios a través de la creación y de la cruz del Calvario.
La bondad, la generosidad, la misericordia y el perdón, son atributos de la personalidad de Dios que deben estar presentes en nosotras, sus hijas. Hacen que nos parezcamos a él, y también nos hacen ser cercanas a nuestro prójimo.
Las hijas de Dios extienden la mano al pobre (Isa. 58:7), sus corazones se mueven a la misericordia cuando ven al que sufre (Luc. 6:36), aman con amor incondicional (1 Juan 4:7-8), perdonan a sus ofensores (Col. 3:13), practican la hospitalidad (1 Ped. 4:9) y son serviciales (1 Ped. 4:10). Todas estas virtudes dan evidencias de quiénes somos, así como dieron evidencia de qué motivos actuaban en el corazón de la mujer del relato de hoy.
Actúa en este día de tal manera que las personas que aparezcan en tu camino puedan reconocerte como una hija amada de Dios, heredera de todas las virtudes de tu Padre celestial.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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