jueves, 7 de marzo de 2013

UNA PUERTA A LA COMPRENSIÓN


Pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuan ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo. Efesios3:17-18

Ser comprendidos es una necesidad común a todos los seres humanos, y se hace evidente desde las etapas tempranas de la vida. Es bastante frecuente escuchar a esposas quejarse de que sus maridos no las comprenden; a hijos quejarse de sus padres; a mujeres de los hombres; a jóvenes de los adultos... Pareciera que cada quien vive en mundos diferentes, y en cierto sentido así es. Cada persona tiene perspectivas y expectativas diferentes de la vida. Por otro lado, las mujeres, los hombres, los jóvenes y los adultos tenemos necesidades que también son diferentes. En muchos casos esto abre una brecha o crea un muro de separación que a veces parece imposible de superar. Muchos llegan al punto de decir: «No te comprendo, y tú tampoco me comprendes a mí». Al llegar a esta conclusión, voluntaria y decididamente cerramos las puertas a todo entendimiento.
¿Cómo hacer entonces para estar en armonía con los demás y ser tolerantes y solidarios frente a sus necesidades y expectativas? Por supuesto que si Dios nos hizo para convivir con los demás, también provee a cada ser humano la sensibilidad suficiente para mostrar empatía. La capacidad de comprender a los demás plenamente se perdió con la llegada del pecado al corazón y la mente de los seres humanos. Es resultado de la separación del hombre de Dios. Sin embargo, nuestro Padre aún nos da comprensión, y su mayor deseo es que nosotros la podamos dar como un regalo precioso a los demás. Lo lograremos en la medida en que nos relacionemos con Dios íntimamente.
Esta es una tarea fácil y difícil al mismo tiempo. Fácil porque Dios nos dice cómo llevarla a cabo, y difícil porque lo que se interpone en una relación comprensiva y amorosa con los demás es el orgullo. Reflexiona en lo que el apóstol Pablo te dice al respecto: «Como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro» (Col. 3:12-13).
Amiga, ¿hay alguien a quien no puedes entender? ¿Tu suegra, un hijo, tu esposo, tu nuera? Pon en práctica la receta de Dios y disfrutarás, hoy y siempre, de relaciones personales saludables.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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