domingo, 7 de abril de 2013

¿TE PARECES A TOMÁS?

Luego le dijo a Tomás: «Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe». «¡Señor mío y Dios mío!», exclamó Tomás. «Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen». Juan 20:27-29.

Cuando pienso en Tomás y en sus dudas acerca de la resurrección del Maestro, siempre me lleno de asombro. Aquellas dudas lo llevaron a afirmar categóricamente: «Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré» (Juan 20: 25). Así es la duda, nos lleva a exigir evidencias que podríamos ver con los ojos de la fe.
Durante largo tiempo, Tomás había atesorado en su corazón la promesa de la resurrección de Jesús, y ahora que se había producido finalmente, actuaba como un incrédulo. Había participado en el ministerio terrenal de su Maestro, conocía su voz, el sonido de sus pasos, sus gestos, sus expresiones y su infinita ternura; es más, sabía que tenía poder para eso, y mucho más, pues lo había comprobado por sí mismo. Sin embargo, parecía que todas aquellas claras manifestaciones habían sido opacadas por la duda.
Por encima de sus cuestionamientos se elevaba una verdad incontestable: Jesucristo había resucitado. Así que pronto Tomás tuvo que reconocerlo. Esto lo llevó a expresar con un corazón compungido y en un grito de angustia: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20:28).
Es posible que tú, al igual que Tomás, también hayas caminado con Jesús durante mucho tiempo y que, sin embargo, por alguna circunstancia presente esta experiencia se haya opacado y albergues dudas respecto a su compañía y su cuidado. Puede ser que la certeza de creer en un Dios vivo se haya disipado en tu experiencia cristiana y te sientas lejos de él. Si es así, no permitas que la duda dé paso a la incredulidad. Cuando así sucede, se endurece el corazón y prestamos oídos sordos a la voz del Espíritu Santo llamando a nuestra conciencia.
Amiga, a pesar de tus dudas, Dios existe, y puede actuar en tu vida inmediatamente después de que tú le abras tu corazón y permitas a tu intelecto recordar todo el tiempo pasado en que el Señor ha estado guiando tus pasos, dándole sentido a tu vida. ¿Será como Tomás y pedirás evidencias del poder de Dios, o vivirás por la fe, confiando en Jesús?

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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