El corazón alegre se refleja en el rostro. Proverbios 15:13.
El gozo parece ser un privilegio de pocas y un anhelo de muchas. La búsqueda de la felicidad ha llevado a muchas mujeres por intrincados caminos. Sin embargo, parece estar cada día más lejos, pues cada vez son más las mujeres que viven prisioneras de las demandas y preocupaciones que la vida moderna les exige. Lo más preocupante de esto es que, tanto el gozo como la desdicha, son emociones contagiosas, y todas las mujeres, por nuestro gran poder de influencia, somos responsables del gozo o la miseria que se genera dentro de nuestro hogar.
Dios nos asegura que «el corazón alegre se refleja en el rostro». Esto quiere decir que la alegría es una emoción que se genera en nuestro interior y se manifiesta en el exterior. Lo cual significa que para generar gozo genuino, es necesario liberar la mente de pensamientos esclavizantes, como son los complejos, la culpa, los miedos, los pecados sin confesar y las tendencias al mal. Es necesario y también posible, porque así nos lo ha prometido nuestro Dios: «Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán» (Prov. 16: 3).
Cuidar los pensamientos y encomendarlos a Dios debiera ser nuestro compromiso cotidiano. Lo demás es obra del Espíritu Santo, que trabajará produciendo en nosotras «el querer como el hacer» (Fil. 2: 13).
A continuación presento algunas pautas que te ayudarán a ser una generadora de felicidad dondequiera que te encuentres:
• Desarrolla una relación correcta con Dios.
• Piensa bien de ti misma.
• Piensa bien de los demás.
• Haz de cada bendición una celebración.
• Todos los días traen algo bueno, ¡descúbrelo!
• Deja que tu mente encuentre los placeres sencillos de la vida.
• Introduce en tu rutina diaria cambios que te llenen de entusiasmo.
• Camina hacia adelante en los días de sol y también en los nublados.
Si en este día hay algo que te cause angustia, haz tuyo el pensamiento del salmista: «¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!» (Sal. 42: 5).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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