¿Y qué puedo hacer por ti? —Le preguntó Eliseo—. Dime, ¿qué tienes en casa? 2 Reyes 4:2
El relato del capítulo 4 del segundo libro de los Reyes tiene como dos de sus temas principales no solamente la obra del profeta Elíseo, sino también la destacada actitud de una mujer de fe. Aquella pobre mujer no enfrentaba únicamente la viudez, sino también la bancarrota y la posible pérdida de sus dos hijos. Su situación no podría haber sido más desesperada.
Presa de la desolación, sintió que ya no le quedaba nada, como bien atestigua la respuesta que dio a la pregunta de Eliseo: «Su servidora no tiene nada en casa excepto un poco de aceite» (2 Rey 4:2). Atrapada en las deudas que le había dejado su esposo antes de morir y viviendo en la triste condición social de viuda, su único recurso era un «poco de aceite», que ella misma consideraba como «nada». Sin embargo, con eso que a ella le parecía tan insignificante, se realizó un milagro extraordinario. Ese milagro cambió su vida y la de su familia para siempre. Lo que a nosotros puede parecemos nada, puede convertirse en un instrumento en las manos de Dios para revertir una situación difícil.
¿Has tenido alguna vez la impresión de que te has quedado sin recursos? ¿Te has sentido acorralada en medio de la miseria física, mental y espiritual? ¿Socialmente marginada por alguna circunstancia de tu vida que no podías cambiar? ¿Has llegado a pensar que todos tus recursos se habían agotado? Y no solo eso, ¿has sentido que tú misma no vales nada? ¿Has conocido la frustración de no poder hacer nada por salvar a tus hijos de un mal inminente?
Es cuando vivimos este tipo de situaciones que Dios puede comenzar su obra restauradora en nosotras. Únicamente necesitas reconocer tu miseria y ofrecerte a él como una ofrenda, tal vez imperfecta, pero genuina. Entonces Dios hará el milagro; de la escasez pasarás a la abundancia, de la miseria a la prosperidad, del abandono y el menosprecio de los demás a disfrutar de la dulce compañía de nuestro gran Dios. Su promesa para ti hoy es: «El Señor se complacerá de nuevo en tu bienestar, así como se deleitó en la prosperidad de tus antepasados» (Deut. 30:9).
Amiga, no importa lo escasos e ínfimos que puedan parecerte tus recursos. El Señor puede hacer asombrosos milagros con lo que tienes, si tan solo confías en él y con fe te propones hacer lo que él te diga. El éxito está garantizado.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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