¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 1 Corintios 3:16.
Aquí se nos da únicamente una oportunidad de vida; y la pregunta de todos debiera ser: "¿Cómo puedo invertir mi vida de manera que produzca la mayor ganancia?" La vida es valiosa solo cuando la mejoramos para el beneficio de nuestros congéneres y para la gloria de Dios. El cultivo cuidadoso de las habilidades con las que el Señor nos ha dotado, nos calificará para una utilidad más elevada aquí y una vida superior en el mundo venidero.
El tiempo que se dedica al cultivo y la preservación de una buena salud física y mental es [tiempo] bien invertido. No podemos darnos el lujo de atrofiar o invalidar una sola función de la mente o el cuerpo por el exceso de trabajo o el abuso de parte alguna de la maquinaria viviente. Tan ciertamente como hagamos tal cosa, sufriremos las consecuencias. Nuestro primer deber para con Dios y nuestros seres semejantes es el del desarrollo propio. Cada facultad con las que nos ha dotado el Creador debe ser cultivada hasta el nivel más elevado de perfección, de modo que podamos hacer la mayor cantidad de bien del que somos capaces. Para purificar y refinar nuestro carácter, necesitamos la gracia que nos ha sido dada por Cristo, que nos permitirá ver y corregir nuestras deficiencias y mejorar aquello que es excelente. Esta obra, lograda por nosotros mismos en el poder y el nombre de Jesús, será de mayor beneficio para nuestros congéneres que cualquier sermón que podamos predicarles. El ejemplo de una vida bien equilibrada y ordenada es de valor inestimable.
La intemperancia se encuentra en la base de la mayor porción de los males de la vida... No hablamos de intemperancia limitada únicamente al uso de licores embriagantes; tiene un significado más amplio, incluyendo la indulgencia dañina de cualquier apetito o pasión... Si los apetitos y pasiones estuvieran bajo el control de la razón santificada, la sociedad presentaría un aspecto ampliamente diferente. Muchas cosas que generalmente son convertidas en artículos comestibles no son aptas como alimento; el gusto por ellas no es natural, lo hemos adquirido. El alimento estimulante crea un deseo por estimulantes aún más fuertes.
Los alimentos indigeribles trastornan todo el sistema, y resultan en deseos no naturales y un apetito no común... La verdadera temperancia nos enseña a abstenernos completamente de aquello que es perjudicial y a usar juiciosamente solo aquellos artículos de la alimentación que son saludables y nutritivos. — Signs of the Times, 20 de abril de 1882.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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