Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Génesis 3:15.
Adán y Eva debieron haber quedado perfectamente satisfechos con el conocimiento de Dios en sus obras creadas, y por la instrucción de los ángeles santos... El elevado estado de conocimiento que pensaban alcanzar al comer de la fruta prohibida los hundió en la degradación del pecado y la culpa.
Los ángeles que habían sido encargados de cuidar de Adán y Eva en su hogar del Edén antes de su transgresión y expulsión del paraíso ahora fueron encargados de guardar las puertas del paraíso y el camino al árbol de la vida, no fuera que regresaran y obtuvieran acceso al árbol de la vida y el pecado fuera inmortalizado.
El pecado sacó a Adán y a Eva del paraíso. Y el pecado fue la causa de que el paraíso fuera quitado de la tierra. Como consecuencia de la transgresión de la ley de Dios, perdieron el paraíso. Obedeciendo la ley del Padre y mediante la fe en la sangre expiatoria de su Hijo, el paraíso puede ser recuperado...
Satanás les alardeó a Cristo y a los ángeles leales que había obtenido el éxito al convencer a una porción de los ángeles a que se unieran a él en su atrevida rebelión. Y ahora que había triunfado en vencer a Adán y Eva, declaró que el hogar en Edén era suyo. Con orgullo alardeó que el mundo que Dios había hecho era su dominio. Al conquistar a Adán, el monarca del mundo, había ganado la raza como sus súbditos, y ahora debía poseer el Edén y hacerlo su sede. Allí establecería su trono como monarca del mundo.
Pero se tomaron medidas inmediatamente en el cielo para vencer a Satanás. Ángeles fuertes, con rayos de luz semejantes a espadas flamígeras que se movían en toda dirección, fueron colocados como centinelas para guardar el camino del árbol de la vida de la llegada de Satanás y la pareja culpable...
Se tuvo un concilio en el cielo, que resultó en la decisión del amado Hijo de Dios de redimir a la raza humana de la maldición y la desgracia del fracaso de Adán, y vencer a Satanás. ¡Oh, qué maravillosa condescendencia! La majestad del cielo, por amor y compasión hacia la humanidad caída, propuso convertirse en su sustituto y garante.— Review and Herald, 24 de febrero de 1874.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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