La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono, y tus heraldos, el amor y la verdad. Dichosos los que saben aclamarte. Señor, y caminan a la luz de tu presencia; los que todo el día se alegran en tu nombre y se regocijan en tu justicia. Salmo 89:14-16.
Las tareas femeninas, ya sea en el hogar o fuera de él, pueden llegar a resultar realmente agotadoras. Son tantos los detalles que un ama de casa debe atender: el cuidado de la casa, la educación de los hijos, la atención del cónyuge… Además, muchas mujeres también deben cumplir con una jornada de trabajo fuera del hogar. Por supuesto, nadie puede negar que Dios reconoce y aprecia los esfuerzos de la mujer que cumple con dichas ocupaciones en forma responsable. Sin embargo, el peligro reside en que nos enfrasquemos en tantas cosas buenas y necesarias, que dejemos de hacer lo mejor. Es posible que quien viva así llegue a padecer una elevada dosis de ansiedad que conduce al agotamiento. Con las facultades agotadas se pierde la capacidad de discernimiento, la alegría por el servicio y, posiblemente, el ego herido nos lleve a sentirnos víctimas, abusadas y atropelladas en nuestros derechos fundamentales.
Si las ocupaciones consumen todo nuestro tiempo y olvidamos apartar momentos para atender y nutrir la parte espiritual de la vida, podemos llegar a ser presas del hastió y de la frustración. Quien desee realizar sus deberes con eficacia ha de beber cotidianamente de la fuente proveedora de fortaleza y sabiduría. En las Sagradas Escrituras leemos: “Con Dios están la sabiduría y el poder; suyos son el consejo y el entendimiento” (Job 12:13).
Dios es la única fuente de poder y sabiduría. Toda madre y esposa que sabe esto, buscara que nada ni nadie se interponga entre su Señor y ella. Su prioridad en la vida será desarrollar una relación cercana e íntima con Jesús. Al hacerlo, será habilitada para tener relaciones íntimas y amorosas con los que están a su cargo, experimentara el gozo de servir, y hará de su hogar una reproducción del hogar eterno. En los momentos de aflicción y angustia, sabrá a qué lugar acudir con el fin de encontrar paz.
Amiga, que tu oración en este día sea: “Impárteme conocimiento y buen juicio, pues yo creo en tus mandamientos” (Sal. 119:66). Estoy segura de que, bajo la dirección de Dios, harás lo bueno hoy sin dejar de hacer lo mejor.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
No hay comentarios:
Publicar un comentario