Como las niñeras hacen con los niños, Dios acostumbra a balbucear cuando habla con nosotros. Calvino
En su programa televisivo, el presentador estadounidense Jay Leno puso a prueba el conocimiento de la Biblia de su público pidiéndoles que citaran uno de los Diez Mandamientos. Alguien levantó la mano y dijo: “Ayúdate que yo te ayudaré”. Por increíble que parezca, nadie supo hacerlo mejor.* Así anda nuestra cultura.
A menudo dejamos de leer el Antiguo Testamento porque nos parece que no se entiende: genealogías, leyes, sacrificios, guerras… y sin damos cuenta, el conocimiento de tres cuartas partes de la Biblia se va perdiendo en la iglesia y en la sociedad. Eso conlleva consecuencias negativas para nuestra espiritualidad y nuestra cultura (que por cierto se encuentra bastante arraigada en él). No nos damos cuenta de que es especialmente en el Antiguo Testamento donde Dios “balbuceó” para hacer que su pueblo se volviera hacia un camino mejor. Una vez que Jesús vino al mundo, Dios ya no necesitó balbucear, pues Jesús era el Verbo y habló claramente.
¿Podemos prescindir de la lectura de esos treinta y nueve libros y seguir siendo fuertes espiritualmente? Lo cierto es que, aunque a nosotras nos cueste identificarnos con los personajes del Antiguo Testamento, ese era el libro de lectura de Jesús, su Biblia. ¿Y acaso no era Jesús un gigante de la fe?
Entonces habrá que darle crédito al “alimento que comió”. Poesía, historia, relatos, discursos, proverbios… todos se entrelazan de tal manera que apuntan en una sola dirección: Jesús. Él mismo dijo: “Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39, RV95), y no olvides que sus “Escrituras”, eran el Antiguo Testamento.
¿Cómo entender el Nuevo Testamento sin leer el Antiguo? No se puede. Jesús lo citó constantemente: “No solo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que salga de los labios de Dios” (Mat. 4:4/Deut. 8:3); “Hablaré por medio de parábolas; revelaré cosas que han estado en secreto desde que Dios hizo el mundo” (Mat. 13:35/Sal. 78:2); “No pongas a prueba al Señor tu Dios” (Mat. 4:7/ Deut. 6:16); “Vayan y aprendan el significado de estas palabras: ‘Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios’ ” (Mat. 9:13/ Ose. 6:6). ¿Te atreverías a borrar esas palabras de los discursos de Jesús y esperar que queden intactos?
* Phillip Yancey, La Biblia que leyó Jesús (Miami: Editorial Vida, 1999), p. 18.
“Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39, RV95).
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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