viernes, 8 de enero de 2016

EL MÉTODO DE RESCATE DEL INCENDIO DIVINO

“En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas”. Hebreos 1:1,2, DHH

¿Qué pasaría si te despertases una noche y descubrieras la casa de tu vecino de al lado envuelta en llamas? Y, saliendo a toda prisa, reconoces a su niñita gritando por la ventana de su habitación en el segundo piso. Con sus padres brillando por su ausencia, entras corriendo por la puerta principal y subes las escaleras hasta su habitación. Paralizada por el pánico y aún chillando, la niña rehúsa abandonar la ilusoria seguridad de su alcoba. Intentas darle mimos, convencerla, pero todo es inútil. Tiene demasiado miedo.
Mientras tanto las llamas crepitan en la sala. Es ahora o nunca. ¿Qué harías? Lo que cualquier bombero haría en la misma circunstancia. Agarras a la niña, con tu brazo sobre sus extremidades agitadas, con tu mano sobre su boca, y echas a correr como si de ello dependiera tu vida, y en verdad es así. ¿Por qué? Porque cuando la casa está incendiada no hay tiempo para sutilezas corteses. La regla del bombero es simple: rescata primero, explica después.
¿Podría esta regla ser la explicación de los actos de Dios en el Antiguo Testamento? ¿Cuántas veces dio la impresión de que su casa de fe estaba envuelta en llamas? Sus hijos profundamente dormidos o distraídos o incluso presa del pánico, y todas las súplicas y todos los mimos divinos a través de los profetas y los patriarcas por igual parecían no despertarlos ni cambiarlos. ¿Qué ha de hacer un rescatista? Si su objetivo es salvar a los atrapados, tendrá que rescatar primero y explicar después. No porque no tenga una disposición al diálogo y a la conversación razonada, sino porque ¡el peligro es demasiado inminente como para explicar en el instante!
Precisamente eso fue lo que Dios hizo, casi sacando a sus hijos a rastras de una crisis tras otra. Las explicaciones plenas, sencillamente, tendrían que esperar, porque su supervivencia dependía de un rescate divino inmediato.
Nuestro texto declara: “En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo”. Porque “en estos últimos tiempos” Jesús sigue siendo la explicación más clara de Dios y su amor. Cuando, en el Calvario, su propia casa se encontraba envuelta en llamas y no había nadie allí para rescatarlo, vimos al fin las profundidades del amor divino que se sacrificó a sí mismo para que pudiéramos ser salvos de las llamas por los siglos de los siglos. Amén.

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016 
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson

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